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La ruta de los brasieres, ida y vuelta

Mauricio Rubio
15 de febrero de 2024 - 02:00 a. m.

En todas las astucias de Griselda Blanco para abrir nuevas rutas de exportación de droga o blanqueo de dinero se percibe la huella de sus años de aprendizaje en el barrio Antioquia, donde creció.

La serie con Sofía Vergara revela que la comparsa de damiselas que Griselda recibía en el aeropuerto de Miami llevaba brasieres con “doble copa” cargados de cocaína. Por ingenuidad, sexista o puritana, en aquella época los agentes de aduana gringos no requisaban a las mujeres. La manufactura de los sostenes de donde, en el motel, Griselda sacaba entusiasmada apreciables cantidades de cocaína se vio facilitada por la especialización del barrio Antioquia en corsetería. Es probable que en este combo de “mulas” precursoras varias conocieran trabajadoras de alguna fábrica de ropa interior femenina.

Aunque la serie no da detalles sobre el regreso a Medellín de estas cómplices de Griselda para entrar cocaína a los EE. UU., seguramente la patrona usaba el mismo equipo humano para volver al país con ropa, lingerie e implementos lujosos lavando con ese contrabando sus beneficios. Otra fuente anota que la Viuda Negra traía “mercancía para las putas de Lovaina y damas de la sociedad paisa”. Una “distinguida fiscal” recuerda que “la clase alta de Medellín le compró ropa a Griselda. Nos traía carteras y perfumes finos por encargo… Nosotras estudiábamos derecho y le sacamos, por cuotas, las primeras carteras Louis Vuitton y Givenchy que se vieron por Medellín”. El interés no era solo tener amigas elegantes sino recoger pesos con la venta de bienes de lujo comprados con los dólares recibidos por la droga. Esos contactos iniciales tal vez facilitaron después la corrupción de la justicia.

Para Griselda, conocer los gustos y caprichos de la élite no fue un simple tic arribista para imitarlos al amasar su fortuna. Fue precisamente esa capacidad la que le permitió revolucionar el mercado al por menor de cocaína. Hasta entonces la clientela del polvo blanco operaba en el bajo mundo. “Los historiadores del uso de drogas en los EE. UU. han señalado que estaba asociado con grupos minoritarios marginados y han argumentado que esto fue un factor determinante de las leyes contra el consumo”. Además, la conexión entre droga y delincuencia era fácil de hacer puesto que mucha gente WASP pensaba que su país sufría una ola de crimen de minorías no blancas.

A mediados de los 70 la cocaína empezó a ser consumida por artistas y celebridades desde Hollywood hasta Nueva York. Esta droga se volvió popular en la cultura disco y se consumía frenéticamente en lugares como Studio 54. El libro The Pleasures of Cocaine, de Adam Gottlieb (1976) apelaba a la desastrosa experiencia de la prohibición para abogar por la legalización. El consumo del estupefaciente también se extendió entre amantes de la música rock, como ilustra la canción Cocaine, popularizada por Eric Clapton en 1977. “Si quieres pasar el rato, tienes que sacarla, cocaína”.

Un artículo de primera página de The New York Times de 1982 revelaba el “uso generalizado” de la cocaína en la meca del cine. La nueva tendencia llevó a las aseguradoras a modificar sus pólizas para las películas de manera que reflejaran los peligros asociados a las drogas. Algunos médicos entrevistados por el NYT reportaban impresiones de sus pacientes. Un psicofarmacólogo de Los Ángeles afirmaba que “la cocaína no perjudica la vida laboral o familiar de los consumidores”. Otros anotaban que los usuarios gastaban entre 2.000 y 12.000 dólares a la semana en su consumo. Con el tiempo aparecieron clínicas de luxury detox.

En el speech que la Griselda de Sofía Vergara les da en Miami a sus colaboradoras molestas porque no les ha pagado, el análisis del mercado potencial es certero: “Hay mucha gente a la que todos los sueños se le han hecho realidad. Cuando uno ya no tiene sueños, uno pierde algo muy importante: esa sensación que da lo nuevo. Esa gente de la que les estoy hablando son los blancos, son los ricos, los malparidos esos que ya lo tienen todo. Esa gente representa ese mercado grandísimo por explorar, un mercado que todavía a nadie se le ha ocurrido usar”.

Tras la lección de mercadeo con economía de las clases favorecidas viene el coaching de emprendimiento. “En esta maletica nosotras tenemos el poder de devolverles la emoción a esas vidas aburridas. Que se les vuelvan excitantes otra vez. ¿Qué tenemos que hacer? Darles una probadita. Ustedes son las mejores vendedoras del mundo. Ya no van a trabajar en un burdel. Ahora van a trabajar para ustedes”. Difícil imaginar algo más alejado del victimismo en ese auditorio y el afán de redimirlo.

Arturo, un capo de Medellín, anota:

“Entonces, ¿vamos a poner a las peladas a vender cocaína?”.

“No, Arturo, la van a regalar”.

El resto es historia. Que mucha gente dogmática debería asimilar.

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Atenas(06773)15 de febrero de 2024 - 06:07 p. m.
Mauro, plugo a los dioses q’ me alejen de pudibundos moralismos, pues de recato y moral eso se perdió hace rato. De los pasajes de la vida q’ he leído de A.Lleras Camargo hay uno q’ deja un sabor amargo por su crudeza:”Todos manejos en silencio ciertas penas muy hondas”. Y señalar con el dedo sucio dejémoslo pa los mamertos.De nuestros indígenas decía E.Caballero E:”Tienen la mala costumbre de andar ebrios al inhalar por la narices un polvo maligno”; antes q’ los gringos.Atenas.
Fernando(01465)15 de febrero de 2024 - 02:56 p. m.
Muy interesante su columna, como siempre.
Daniel(rvd59)15 de febrero de 2024 - 02:20 p. m.
Entretenido relato para quienes no vemos películas ni series de narcos. Las paisas facilito enviciaron a los gringos. Pan comido.
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