Florence Conrad nació en los EEUU pero siempre se sintió francesa. Había vivido en Europa desde joven y en 1916 quedó viuda con una pequeña hija. Durante la primera guerra mundial fue enfermera en una ambulancia quirúrgica y atendía heridos en un hospital cerca del frente.
Al estallar la segunda guerra, viuda de nuevo, creó los “hogares del soldado” sobre la Línea Maginot, ayudó a la evacuación de tesoros del Louvre y desde 1940 visitó los campos de prisioneros franceses, reagrupó a los heridos en hospitales y sirvió de intermediaria para los mensajes a las familias. La Gestapo se interesó por ella y el embajador americano, inquieto, le pidió salir de Alemania.
De regreso a los EEUU la obsesionó una idea: participar como chofer de ambulancia en la liberación de Francia. Gracias a la generosidad de las ligas femeninas consiguió fondos suficientes para adquirir 19 ambulancias, totalmente dotadas y listas para ser manejadas por mujeres. Escogió para su futuro grupo el nombre de Rochambeau en honor al mariscal francés de la armada de Luis XVI. En Nueva York logró reclutar catorce conductoras, entre ellas Suzanne Torres, futura líder del grupo que acabó siendo conocido como las rochambelles.
Cuando desembarcaron en Casablanca nadie las estaba esperando. Cerca de allí el general Leclerc organizaba su prestigiosa unidad. Florence logró un contacto con el militar que inicialmente se mostró reticente para admitir en su división blindada una sección femenina. Tras una intensa labor de convencimiento Leclerc aceptó que se unieran a sus tropas. Los jóvenes combatientes se mostraron satisfechos de tener un comandante dispuesto a acoger 36 mujeres al lado de 15 mil hombres.
Después de un estacionamiento en Argelia las rochambelles llegaron a Inglaterra en donde recibieron instrucción básica en mecánica y combate. El papel de las choferes de ambulancia durante la guerra fue recoger a los heridos en el mismo lugar donde caían bajo el fuego enemigo. Acompañadas por médicos y enfermeras, los llevaban en camilla a la ambulancia para transportarlos a un hospital. La ruta de evacuación la debían hacer ida y vuelta varias veces exponiéndose a la artillería alemana.
Una de ellas recuerda: “la aceptación de nuestro destino nos daba una fuerza, una temeridad, un control de nosotras mismas, una alegría de vivir y una libertad que nos acompañaron por el resto de nuestra existencia”.
¿Qué habría sido de las rochambelles con un curso de problemas de género como parte de su formación? Tal vez se hubieran centrado en combatir el apodo, por machista.