Lady Marmalade, la canción del grupo LaBelle en los años setenta, tenía un pegajoso coro, "voulez vous coucher avec moi, ce soir?".
Esa fue la pregunta más atrevida que un grupo de estudiantes contratados hace varios años para una investigación en la Universidad de la Florida le hicieron a gente desconocida del sexo opuesto. Cinco mujeres y cuatro hombres de unos veinte años, de aspecto agradable y con atuendo casual, se acercaron individualmente a transeúntes en los cinco campus de la universidad, entre semana y con buen clima. Casi un centenar de personas repartidas por igual entre hombres y mujeres fueron abordadas para el experimento. Los “encuestadores” tenían la instrucción de sólo acercarse a quien les gustara físicamente. El gancho para el diálogo era “me había fijado en usted en el campus pues me parece una persona muy atractiva”. Si la charla podía alargarse se escogía al azar una de las siguientes propuestas para esa noche: “¿saldría conmigo?” o “¿vendría a mi apartamento?” o “¿quiere acostarse conmigo”?
Mientras que para la invitación a salir el porcentaje de respuestas favorables fue similar entre hombres (50%) y mujeres (53%), el plan más íntimo en la casa fue bienvenido por dos de cada tres hombres (69%) y muy pocas mujeres (3%). La propuesta de irse a la cama con una persona extraña la aceptaron el 72% de los hombres y ninguna mujer. Algunos entusiasmados anotaron que no era necesario esperar hasta la noche para acostarse. Las reacciones entre quienes se negaron también fueron distintas por género. Mientras ellos ofrecieron disculpas como “tengo pareja” o “tal vez otra noche, hoy no puedo” ninguna de las mujeres hizo explícitas las razones para el rechazo. Fueron comunes comentarios como “¡no me lo puedo creer!”, “¿usted qué se cree?”, “¿qué le pasa? ¡déjeme tranquila!”.
Los hombres no sólo parecen bastante dispuestos a irse a la cama con alguien que no conocen. En el mundo, muchos de ellos pagan por hacerlo. La clientela femenina de la prostitución, por el contrario, sigue siendo anecdótica. Una encuesta en línea realizada por un fabricante de preservativos en 34 países señala que cerca del 20% de los hombres han pagado por tener sexo; para las mujeres, la proporción es apenas del 1%. En Colombia, la única fuente que conozco -una encuesta a desmovilizados- arroja una diferencia aún mayor (38% contra 2%).
La incidencia del sexo entre desconocidos depende por completo de la disponibilidad de las mujeres para hacerlo. Así lo corrobora la comparación entre la sexualidad casual de los gays y la de las lesbianas. Entre las ganas masculinas sin restricciones y las femeninas sin presión las diferencias son abismales.
