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Mala nutrición

Melba Escobar

08 de febrero de 2017 - 03:26 p. m.

Se va uno acostumbrando a esa forma de la fatiga, tan parecida a llevar un radio encendido en el cerebro. Entonces uno intenta no revisar el chat ni las redes sociales una vez cada cinco, diez o 15 minutos. Se hace el esfuerzo, porque esto ya no se consigue sin voluntad. En lugar de eso uno intenta concentrarse en algo simple como comerse el cereal del desayuno, leer la prensa o alistar a la hija para el colegio. Cosas que uno habría hecho sin que representaran la menor dificultad, pero en estos tiempos la locura parece ser la norma. Las cosas más simples ahora resultan complicadísimas. El clima es impredecible, en las calles roban, el tráfico es un infierno y ya no hay casi nada que no se pueda hacer sin tener que salir. 

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Y así se nos empieza a ir la vida. Compitiendo en redes a ver cuál es más compasivo, más digno, más ingenioso. En medio de esa histeria de información en ráfagas, intermitente, etérea, sin continuidad, olvidamos en minutos. Ya no hay memoria colectiva ni mirada crítica, estamos inmersos en el escándalo más reciente, el mismo que cubre el anterior y se olvidará cuando llegue el siguiente. La “verdad” funciona bajo la lógica de mercados donde lo único que importa es la cantidad. Y resulta que las “verdades” más taquilleras son a menudo falsas.

Mientras nos convertimos en devoradores de telebasura, adictos a la prensa amarilla, pasan de agache personajes como Nicolás Maduro, quien puede darse el lujo de decir cosas como “existe una conspiración mundial en mi contra”, sin que pase nada. Máximo nos reímos antes de mirar hacia otro lugar. Si Trump es presidente, ¿qué tiene de raro que Odebrecht le diera un millón de dólares a la campaña de Santos? Todo puede pasar. No sorprende a nadie el espectáculo deprimente de ver al Centro Democrático y al gobierno señalándose el uno al otro de ser el más corrupto. Así parece funcionar el juego de la política. Y así era Venezuela cuando llegó Chávez al poder. Los partidos establecidos se acusaban mutuamente de corrupción cuando apareció un Mesías de esos que tanto nos gustan. Por eso no sería de extrañarse que en medio de las tormentas de mierda que lanzan los políticos entre sí, en medio de la confusión, los ventiladores y las mentiras, en 2018 paguemos las consecuencias de nuestra adicción a la chatarra informativa con un mesías de promesas fáciles. Pensándolo bien, ese sería un desenlace bastante lógico.

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@melbaes

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