Pensar en un paseo al río puede demandar mucha planeación. Sin embargo, poder hacerlo en un día y volver el mismo de manera ligera fue la experiencia más relajante que viví recientemente.
A solo hora y media de Bogotá, donde el frío se desvanece y un calor suave cubre el cuerpo, donde los ríos ya no están contaminados y las moles de cemento se esconden tras las montañas cubiertas de árboles frondosos y sembrados de caña, hay un escenario para aventurar fuera y dentro del agua.
Graciela vive en Tobia hace más de 30 años y es la anfitriona perfecta a la hora de recibir a cientos de familias que llegan hasta el río buscando algo de comida y un lugar agradable para pasar un día desconectados del celular y conectado con la naturaleza. A pesar de recibir muchas personas los fines de semana, nunca se siente la presencia de los demás, pues es tan grande el lugar y tiene tantas ofertas de actividades que lo último que hice fue una fila.
Paredes para escalar, jardínes y vista al río se esconden en este lugar poco visitado en comparación con otros estaderos de la zona. La entrada por persona no sobrepasa los 25.000 pesos y es sin duda una experiencia que pocos saben que se encuentra a tan poca distancia de la ciudad.
Al bajar al río su sonido inconfundible revienta mis oídos de la forma más delicada que se pueda, el agua choca contra las rocas, pero parece que se acariciaran apasionadamente mientras bajan haciéndose camino. Ir al río definitivamente es presenciar la fuerza de la naturaleza en su estado más puro.
Al llegar a la orilla cualquier espacio es perfecto. La tierra bajo nuestras pies, oscura como el río, espesa y tan suave que al pararte sobre ella sientes que te devora los pies. El frío con una temperatura de menos 7 grados, alcanza a ser el filtro para algunos valientes que deciden no sumergirse más de cinco minutos antes de salir corriendo.
Llevar comida preparada, sillas plegables o esteras es indispensable, disfrutar del río respetando sus condiciones es la única regla para ir.
Aquí se siente la emoción de los verdes paisajes desde una balsa sobre el río hasta la poca gente que llega hasta la orilla. Durante el recorrido podrás ver micos aulladores, variedad de aves y mariposas.
Sin embargo, si corre con la suerte que tuve yo, puede llegar a ver a la nutria de río que se creía estaba extinta en esta zonas del país.
Por algunos largos segundos, unos bigotes largos se asomaron de manera sorpresiva dejando ver un largo pelaje café del mismo de sus ojos que pareciera nos mirara con asombro y sin más volver a sumergirse sin dejar tiempo para capturar el momento más que en la memoria de los dos afortunados que la vimos como prueba real de su regreso.
Pero su regreso no es casualidad. Este año, la Corporación Autónoma Regional (CAR) y la Fundación Omacha unieron esfuerzos técnicos y financieros para generar acciones de investigación y conservación de la nutria neotropical y sus hábitats en los ríos Sumapaz, Negro en Cundinamarca.
Los muestreos realizados por los investigadores han logrado evidenciar a través 168 registros indirectos y dos directos, la presencia de la especie en esos tres afluentes. Se ha contabilizado una población de 15 animales. Las cámaras trampa han sido grandes aliadas, pero que más que verlos en persona para saber que es todo un privilegio que hayan vuelto.
Este plan es perfecto para un domingo, sin necesidad de madrugar a carretera, pues las 9 de la mañana es la hora perfecta para aprovechar para detenerse en carretera y desayunar tamal con chocolate caliente, pasar la tarde en el río negro y regresar marcando las 5.00pm es perfecto para llegar a la ciudad sin el estrés habitual que esta nos produce. Sin duda volver al rió negro de Tobia, es un plan sin pretensiones que logra confirmar porque hay tantos rincones sin descubrir en nuestros alrededores.
Pensar en un paseo al río puede demandar mucha planeación. Sin embargo, poder hacerlo en un día y volver el mismo de manera ligera fue la experiencia más relajante que viví recientemente.
A solo hora y media de Bogotá, donde el frío se desvanece y un calor suave cubre el cuerpo, donde los ríos ya no están contaminados y las moles de cemento se esconden tras las montañas cubiertas de árboles frondosos y sembrados de caña, hay un escenario para aventurar fuera y dentro del agua.
Graciela vive en Tobia hace más de 30 años y es la anfitriona perfecta a la hora de recibir a cientos de familias que llegan hasta el río buscando algo de comida y un lugar agradable para pasar un día desconectados del celular y conectado con la naturaleza. A pesar de recibir muchas personas los fines de semana, nunca se siente la presencia de los demás, pues es tan grande el lugar y tiene tantas ofertas de actividades que lo último que hice fue una fila.
Paredes para escalar, jardínes y vista al río se esconden en este lugar poco visitado en comparación con otros estaderos de la zona. La entrada por persona no sobrepasa los 25.000 pesos y es sin duda una experiencia que pocos saben que se encuentra a tan poca distancia de la ciudad.
Al bajar al río su sonido inconfundible revienta mis oídos de la forma más delicada que se pueda, el agua choca contra las rocas, pero parece que se acariciaran apasionadamente mientras bajan haciéndose camino. Ir al río definitivamente es presenciar la fuerza de la naturaleza en su estado más puro.
Al llegar a la orilla cualquier espacio es perfecto. La tierra bajo nuestras pies, oscura como el río, espesa y tan suave que al pararte sobre ella sientes que te devora los pies. El frío con una temperatura de menos 7 grados, alcanza a ser el filtro para algunos valientes que deciden no sumergirse más de cinco minutos antes de salir corriendo.
Llevar comida preparada, sillas plegables o esteras es indispensable, disfrutar del río respetando sus condiciones es la única regla para ir.
Aquí se siente la emoción de los verdes paisajes desde una balsa sobre el río hasta la poca gente que llega hasta la orilla. Durante el recorrido podrás ver micos aulladores, variedad de aves y mariposas.
Sin embargo, si corre con la suerte que tuve yo, puede llegar a ver a la nutria de río que se creía estaba extinta en esta zonas del país.
Por algunos largos segundos, unos bigotes largos se asomaron de manera sorpresiva dejando ver un largo pelaje café del mismo de sus ojos que pareciera nos mirara con asombro y sin más volver a sumergirse sin dejar tiempo para capturar el momento más que en la memoria de los dos afortunados que la vimos como prueba real de su regreso.
Pero su regreso no es casualidad. Este año, la Corporación Autónoma Regional (CAR) y la Fundación Omacha unieron esfuerzos técnicos y financieros para generar acciones de investigación y conservación de la nutria neotropical y sus hábitats en los ríos Sumapaz, Negro en Cundinamarca.
Los muestreos realizados por los investigadores han logrado evidenciar a través 168 registros indirectos y dos directos, la presencia de la especie en esos tres afluentes. Se ha contabilizado una población de 15 animales. Las cámaras trampa han sido grandes aliadas, pero que más que verlos en persona para saber que es todo un privilegio que hayan vuelto.
Este plan es perfecto para un domingo, sin necesidad de madrugar a carretera, pues las 9 de la mañana es la hora perfecta para aprovechar para detenerse en carretera y desayunar tamal con chocolate caliente, pasar la tarde en el río negro y regresar marcando las 5.00pm es perfecto para llegar a la ciudad sin el estrés habitual que esta nos produce. Sin duda volver al rió negro de Tobia, es un plan sin pretensiones que logra confirmar porque hay tantos rincones sin descubrir en nuestros alrededores.