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Match nulo en España

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Miguel Ángel Bastenier
05 de julio de 2015 - 02:33 a. m.
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El combate entre el bipartidismo español, PP-PSOE, y los asaltantes del palacio de invierno, Podemos y Ciudadanos, apenas ha dado comienzo, pero un balance provisional podría calificarlo de match nulo, situación que, sin embargo, no debería prolongarse indefinidamente, aunque solo fuera para reafirmar el antiguo equilibrio o encontrar uno nuevo en el sistema español de partidos.

La primera fase del combate se definió por el resultado de las elecciones locales y autonómicas del pasado 24 de mayo: las dos formaciones mayores retrocedieron, más en porcentaje y votos la derecha que la izquierda, pero reteniendo el grupo liberal-conservador el mayor número de sufragios y concejales. Ciudadanos no pudo desbancar al PP de su representación mayoritaria de la derecha y hasta del centro derecha, ni Podemos, mas que de manera puntual, hacer otro tanto con la izquierda moderada, el PSOE. De tal suerte que hoy tenemos en España un precario equilibrio a cuatro, pero con la longitud de las patas un tanto desiguales. Primero hay un pelotón de dos, lo que los encuestadores llaman en ‘empate técnico’, en torno al 25% de sufragios, que son PP y PSOE; un tercero en toda la discordia que le cabe, Podemos, sobre el 20%; y por último, un cuarto, bastante más alejado, de 10 a 12%, pero con una cualidad excepcional, la del que se suele llamar partido-bisagra, perejil de todas las salsas, o casi, que es Ciudadanos.

Ante las elecciones todos aspiraban a ir por libre y declaraban que no pactarían con nadie. El PP, porque esperaba revalidar victoria; PSOE y Podemos, porque se disputaban un territorio superpuesto, y se veían mutuamente como el enemigo a batir; y, finalmente, Ciudadanos, que pretendía hacerse con el centro geométrico del electorado y desde allí florear votos en ambas direcciones, pero como intuía que podía convertirse en hacedor de reyes, no excluía la idea de pactar tanto con PP como con PSOE, aunque jamás con Podemos que lo despreciaba llamándolo ‘segunda marca’ de los populares. En la pareja renovadora, Ciudadanos se presenta como vehículo ideal para la regeneración de la política española, pero siempre dentro de un consenso ideológico con los dos grandes partidos, mientras que Podemos es una propuesta, en el mejor –o peor— de los casos, en las lindes del sistema, dentro a tenor de sus declaraciones contemporáneas, pero de hoz y coz fuera, según su corta pero vehemente historia. Ambos pretenden desplazar a los antiguos propietarios del parquet, pero uno, Ciudadanos, sin hacer olas, como demuestra su apoyo al PP para que retuviera la presidencia de la Comunidad de Madrid, y otro, Podemos, con la furia ‘indignada’ de los que se creen llamados a arrasar.

Pero una cosa es predicar y otra dar trigo, y tanto los socialistas de Pedro Sánchez, como la izquierda radical que dirige Pablo Iglesias, han tenido que pactar para formar ayuntamientos y en algún caso como en Valencia, para la presidencia de la comunidad autónoma, que ha recaído en un socialista. Las joyas de la corona son, sin embargo, los ayuntamientos de Barcelona y Madrid, donde gobiernan sendas coaliciones en las que entran Podemos y los socialistas, pero lideradas por personalidades dizque independientes, dos señoras, una antigua jueza, Manuela Carmena en Madrid, y una agitadora social, Ada Colau, en Barcelona. El tinglado que forma este necesario tejer y destejer de coaliciones, que se caracteriza por dejar siempre al PP fuera, es francamente confuso, como corresponde a unas votaciones a cuatro en las que todos se han declarado vencedores y ninguno lo ha hecho suficientemente.

Y, por último, solo en las legislativas nacionales, probablemente en noviembre, la ciudadanía arrojará su veredicto sobre la calidad de los recién llegados. Ciudadanos está bastante inédito, pero Podemos ha dado ya algunos pasos en falso, seguramente porque no ha tenido tiempo de hacer una criba entre tanto candidato a improvisar en unos meses. Así, se les ha colado un edil que hace unos años tuvo la desafortunada ocurrencia de hacer bromas soeces en twitter con el holocausto y con las víctimas de Eta; y una joven universitaria que practicaba el feminismo laicista irrumpiendo a gritos en la capilla de una universidad para protestar contra los cultos, sin duda católicos, que allí se celebraban. Un desmedido furor justiciero ha hecho que se investiguen ambos casos, lo que si derivara en juicio podría disparatadamente costarles la cárcel, lo que no es, sin embargo, probable que ocurra. Pero algunos pensamos que no hay motivo para que la izquierda demuestre que es radical en mala educación.

Ese imperfecto equilibrio a cuatro debería buscar algún nuevo tipo de asentamiento en las próximas elecciones y desde una perspectiva pos-ideológica hasta sería deseable que hubiera ganadores para que sepamos si ha comenzado o no una nueva fase de la historia de este antiguo país, que tanto tiene que ver con Colombia. ¡Pero, por favor, que el Tour lo gane Nairo!

 

* Columnista de E’l País de España.

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