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Descarados

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Miguel Gómez Martínez
08 de noviembre de 2009 - 04:59 a. m.
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EL CONGRESO DE COLOMBIA DA PEna. No sólo son la encarnación de todos los males de este país, sino que además la mayoría de sus miembros no se dan cuenta del nivel de desprestigio en el que están.

El Parlamento es una síntesis de los males nacionales. Hay corrupción y periódicamente estallan escándalos en la contratación del Senado y la Cámara. Hay desgreño visible en el ausentismo recurrente de sus miembros. Hay mediocridad en la calidad de los debates y las intervenciones. Hay un clientelismo rampante y un chantaje permanente al Gobierno para lograr la aprobación de los proyectos de ley. En síntesis, el Congreso no es parte de la solución, sino parte de la crisis nacional.

En la última semana tuvimos un ejemplo adicional del descaro de nuestra clase parlamentaria. Los Honorables Representantes miembros de la Comisión de Acusaciones de la Cámara tomaron la “valiente” y “enérgica” decisión de renunciar en grupo para protestar por la falta de medios y garantías para el ejercicio de su labor. ¡No hay derecho a tanto cinismo! Según informaciones de prensa, hay más de mil procesos acumulados en la Comisión. Con excepción de los negros días en que la Comisión de Acusaciones jugó el papel de cómplice del Gobierno en la absolución del presidente Samper, este ente no ha tenido ningún rol protagónico. La Comisión, bien denominada de “absoluciones”, ha sido incapaz de garantizar que los procesos contra los altos dignatarios del Estado sean investigados y tramitados. Ahora resulta que la causa de esta inacción es que no tienen disponibles papel y lápices; quieren nombrar más personal (léase recomendados) y exigen que les remodelen las dependencias. ¿Será posible tanto descaro?

La verdad es que la Comisión de “absoluciones” es un ente que no quiere actuar. Los políticos no pueden juzgar a los políticos pues están en el mismo bando y cometen los mismos actos ilegales y antiéticos. Además, los parlamentarios no saben investigar nada. ¿Recuerdan al inefable representante investigador Heyne Sorge Mogollón, que se encargó de conducir la “impecable” investigación del proceso 8.000? ¿Recuerdan cómo después se supo que recibía contratos y puestos en su región? ¿Recuerdan que no vio ni oyó el elefante y mucho menos los dólares del narcotráfico que entraron a la campaña de Samper? La Cámara de Representantes se encargó de juzgar políticamente un hecho delictivo y absolvió al presidente en un triste momento de la historia de la corrupción en Colombia. Los políticos no pueden juzgar a los políticos pues son iguales. No olvidemos que, en otro lamentable momento histórico, el Senado casi no puede condenar al dictador Rojas Pinilla.

Lo más triste de todo esto es que la Comisión de Acusaciones es el único freno que queda para limitar el poder supremo en Colombia. No sólo investiga al Presidente, sino que puede investigar a los magistrados de las altas cortes, que también deben tener un juez que los haga responsables por sus actos.

Pero frente a esta importante función constitucional, los representantes prefieren renunciar pues no les han dado plata para el papel higiénico del baño.

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