SOMOS UN PAÍS EXTRAÑO. PRESTAmos excesiva atención a temas menores, mientras ignoramos los asuntos importantes.
Los periódicos y noticieros dedican extensos segmentos a cubrir eventos inocuos como chismes de farándula, rivalidades políticas o eventos sociales.
Mientras tanto, suceden cosas graves que obtienen registros muy bajos. Dos ejemplos son relevantes y tienen relación con la administración de justicia.
En un fallo sorprendente y peligroso, el Consejo de Estado restringió la capacidad de acción de la Fuerza Pública argumentando que los soldados conscriptos no deben participar en operaciones de guerra. Nuestros altos magistrados parecen no entender las implicaciones de sus decisiones. Resulta increíble que, en un país en guerra contra la guerrilla, el narcotráfico, los paramilitares y la delincuencia, se promulguen fallos tan graves sin medir las consecuencias. Ni las Farc, en sus más dulces delirios, habían soñado con una ayuda similar. Los argumentos que han sido publicados en la prensa no pueden ser más absurdos. Una de las grandes conquistas de la Revolución Francesa fue obligar a todo ciudadano a participar en la defensa de la democracia. Nada más retrógrado y elitista que creer que la defensa nacional debe ser objeto exclusivo de los soldados profesionales y que el ciudadano no tiene responsabilidades con la defensa nacional.
En otra sorprendente decisión, la Fiscalía dejó en libertad al promotor de un paro de taxistas que paralizó en días recientes la ciudad y obligó a cancelar los colegios en buena parte de la capital. El paro, promovido sin permiso y de manera completamente ilegal, tuvo consecuencias para las familias, que debieron modificar sus planes para poder atender a sus hijos que fueron devueltos de los colegios. Se hace perder valioso tiempo a miles de ciudadanos con las evidentes consecuencias sobre la productividad. Pues el promotor de esta arbitrariedad fue liberado sin problemas luego de pasar algunas horas detenido.
Y hay muchos más ejemplos en los cuales fallos proferidos por jueces sin criterio ni sensatez generan graves consecuencias económicas que son luego pagadas con los impuestos de los inocentes. Los fallos relacionados con la salud son probablemente los más numerosos, pero los hay en las condenas a la Nación y en tantas otras decisiones donde los jueces operan como si no fueran parte de esta sociedad ni les importaran las consecuencias sobre el conjunto de los ciudadanos.
La justicia es el valor más importante de la sociedad. Pero la justicia no puede amenazar a la sociedad. Muchos jueces parecen no ser conscientes de su rol social. No asumen que sus decisiones van más allá de las partes directamente relacionadas en el caso que estudian. La justicia es el marco ético dentro del cual se desarrolla la sociedad y por lo tanto afecta al conjunto de los ciudadanos.
El fallo del Consejo de Estado pone a los colombianos en estado de indefensión, algo similar a la decisión de la Fiscalía que pone a los capitalinos a merced de cualquier alborotado que quiera paralizar la movilidad. Una justicia así es muy peligrosa para la sociedad.
