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Esta semana se supo que el Gobierno de los Estados Unidos dejó de monitorear los cultivos llamados ilícitos. Se suspendió, por ahora, el uso de las imágenes satelitales que controlaba la propia CIA.
Las razones van desde la preocupación por la crisis del fentanilo, hasta el aparente cambio de discurso en la guerra contra las drogas, pasando por el reconocimiento, bastante tardío, de la existencia del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos de las Naciones Unidas, del cual se dice que tiene mayor legitimidad y se encarga de lo mismo, aunque con metodologías igualmente discutibles.
Antes de aplaudir el supuesto fin de la intervención de los Estados Unidos en este tipo de prácticas de fiscalización aérea, sería útil discutir el origen de su política satelital. Como bien se sabe, esta se disparó como competencia en épocas de Guerra Fría. Además de la sola lucha por quién llegaba primero al espacio, los avances tecnológicos asociados a los satélites no tardaron en ser empleados para labores de espionaje, guerra contra el comunismo y monitoreo incipiente de los cambios climáticos.
De la mirada aérea sobre los cultivos de comida de la Unión Soviética se pasó, con facilidad, a cualquier otro tema (monitorear volcanes, aeropuertos, represas, etc.). Si bien algunas imágenes seguían siendo “clasificadas”, hasta los civiles fueron invitados a hacer uso de las herramientas visuales que ofrecían los satélites. Era cuestión de tiempo (un par de décadas) para que la CIA empezara a hacerle seguimiento satelital al tema de la coca en América Latina. De manera impune, distante y agazapada.
Si se concreta en el tiempo (¿un republicano lo revertiría?) que la cosa definitivamente no va más, estaríamos ante el desmonte de uno de los pilares sobre los que se ha mantenido la injusta guerra contra la coca y sus cultivadores. Cabe recordar, sin embargo, que en los lineamientos de las Naciones Unidas la coca sigue siendo tratada como cocaína.
