La idea de asistir fuerzas locales a través de unidades especiales militares (SFAB) no fue inventada por los Estados Unidos para el caso colombiano. El concepto es bastante viejo (soluciones locales para problemas locales), pero resurgió hace pocos años en Afganistán.
Desde entonces, globalizar la estrategia hace parte de la ruta de navegación del ejército gringo. Una vuelta más en su reacomodamiento cíclico, que ocurre cada equis número de guerras en que participan.
Tampoco es acertado considerar que el esfuerzo bélico se concentra única y exclusivamente en la región. Como parte de la misma estrategia, brigadas especiales parecidas serán desplegadas a través de comandos diferentes al Comando Sur de los Estados Unidos que opera en América Latina, Centroamérica y el Caribe.
Hechas esas salvedades, no está claro qué es lo que hará la brigada SFAB para que ahora sí, con su entrenamiento y acumulado de experiencias bélicas transnacionales, nuestro Ejército gane la guerra contras las drogas. ¿Existe algo, acaso, que no se haya intentado? ¿Alguna suerte de operación especial que pueda ser considerada original en el plano militar y policivo? ¿Qué técnica queda por aprender?
En vez de forzar conflictos armados en la frontera con Venezuela o soñar con nuevas y sofisticadas formas de ganar la eterna guerra contra las drogas, el gobierno de Duque podría aceptar, para empezar, que hay un problema institucional serio en las Fuerzas Armadas. Además de aprender cosas nuevas bueno sería que desaprendiéramos vicios y metáforas viejas, como la de las manzanas podridas.
Información filtrada por personal del Ejército a las disidencias, al Clan del Golfo y a la Oficina de Envigado obliga a que las brigadas especiales se hagan más de una inquietante pregunta sobre sus alumnos y lo que está en juego. Lo revelado por la Operación Bastón sobre corrupción y mal uso de los recursos ameritaba algún tipo de comentario crítico por parte de los Estados Unidos. No un premio.