BIENVENIDA LA DESIGNACIÓN GUbernamental de Eduardo Pizarro como coordinador, junto con Piedad Córdoba, de las liberaciones de cinco secuestrados en poder de las Farc.
Al margen de las bajas pasiones que genera la sola mención de Piedad Córdoba, alienta ver que el presidente Santos insiste en el pragmatismo y nos aleja de la radicalización. No por nada el maestro Osuna lo transformó hace poco, en una memorable caricatura, en niño Dios que apacienta con suave cayado, ya a la oveja arisca, ya al cordero manso.
Dicho lo anterior no deja de ser curioso que sea Pizarro y no el propio vicepresidente, Angelino Garzón, el encargado de asumir las riendas de la mediación. En adelante, en lo que puede ser motivo de preocupación, Garzón, el político de la ecuación, dirigirá la Comisión Nacional de Reparación mientras Pizarro, el académico, es lanzado al mundo de la negociación.
Lo segundo pueda que dé sus frutos, toda vez que Pizarro es un hombre de paz que ha estudiado a fondo el conflicto. Por el contrario lo primero, lo del político ascendido a gerente, no pinta necesariamente bien. La sola salida de Pizarro de la CNRR, casi que por la puerta de atrás desde que Garzón anunció, sin avisar, que ejercería la presidencia, marca un mal precedente.
Evidentemente Pizarro tuvo contradictores en razón de sus polémicas posiciones. Defendió hasta último momento la inaceptable tesis de que era necesario mantener una diferenciación entre víctimas de crímenes de Estado y víctimas de grupos armados, y se mantuvo en algunas ocasiones, como la del hundimiento de la ley de víctimas, más cerca de Uribe que de las propias víctimas que decía defender.
Con todo, se le reconoce el haber garantizado la autonomía del Grupo de Memoria Histórica, componente central de la CNRR. Por ello, no está de más preguntar si el calificado equipo de personas que conforman la Comisión de Memoria Histórica corre el riesgo de ser relevado y si no estamos, pues, ad portas de la misma indebida politización que ya se vive en los pasillos del Archivo General de la Nación.
BIENVENIDA LA DESIGNACIÓN GUbernamental de Eduardo Pizarro como coordinador, junto con Piedad Córdoba, de las liberaciones de cinco secuestrados en poder de las Farc.
Al margen de las bajas pasiones que genera la sola mención de Piedad Córdoba, alienta ver que el presidente Santos insiste en el pragmatismo y nos aleja de la radicalización. No por nada el maestro Osuna lo transformó hace poco, en una memorable caricatura, en niño Dios que apacienta con suave cayado, ya a la oveja arisca, ya al cordero manso.
Dicho lo anterior no deja de ser curioso que sea Pizarro y no el propio vicepresidente, Angelino Garzón, el encargado de asumir las riendas de la mediación. En adelante, en lo que puede ser motivo de preocupación, Garzón, el político de la ecuación, dirigirá la Comisión Nacional de Reparación mientras Pizarro, el académico, es lanzado al mundo de la negociación.
Lo segundo pueda que dé sus frutos, toda vez que Pizarro es un hombre de paz que ha estudiado a fondo el conflicto. Por el contrario lo primero, lo del político ascendido a gerente, no pinta necesariamente bien. La sola salida de Pizarro de la CNRR, casi que por la puerta de atrás desde que Garzón anunció, sin avisar, que ejercería la presidencia, marca un mal precedente.
Evidentemente Pizarro tuvo contradictores en razón de sus polémicas posiciones. Defendió hasta último momento la inaceptable tesis de que era necesario mantener una diferenciación entre víctimas de crímenes de Estado y víctimas de grupos armados, y se mantuvo en algunas ocasiones, como la del hundimiento de la ley de víctimas, más cerca de Uribe que de las propias víctimas que decía defender.
Con todo, se le reconoce el haber garantizado la autonomía del Grupo de Memoria Histórica, componente central de la CNRR. Por ello, no está de más preguntar si el calificado equipo de personas que conforman la Comisión de Memoria Histórica corre el riesgo de ser relevado y si no estamos, pues, ad portas de la misma indebida politización que ya se vive en los pasillos del Archivo General de la Nación.