Contrario a lo que parecería sugerir el grueso de la opinión en redes sociales, el presidente Iván Duque sí gobierna en Cauca. Y lo hace bastante mal.
La falta de voluntad para implementar el Acuerdo de Paz ha llevado a que la sustitución de coca pierda fuerza. Aun si se legalizara, no hay soluciones cercanas frente a la guerra por el control de la marihuana. Entre tanto, lo que llaman “corredores estratégicos” muchas veces no son otra cosa que la toma y la retoma del territorio, mayoritariamente poblado por afrodescendientes e indígenas. Otra guerra.
A los que cuestionan la incapacidad de Duque para reaccionar frente a una situación desbordada de violencia habría que recordarles que buena parte de la poca energía del ministro de Defensa se ha ido en militarizar este y otros territorios. Gobierno hay, y es del más básico.
Pero además todo puede empeorar.
A Duque habría que reconocerle que el ala radical del Centro Democrático tampoco está de acuerdo con sus silencios y posiciones frente a lo que se debe o puede hacer en el sur del país. Si a muchos nos resultan tibias sus salidas, otros las ven como una renuncia a los postulados de la política de Seguridad Democrática. Ya no es un tibio, es otro traidor.
Cómo es siquiera posible, se preguntan algunos, que ante una nueva masacre al ejército se le impida entrar al resguardo indígena. En palabras de uno de los principales botafuegos: “Hay que revisar la extraterritorialidad indígena, pues afecta la seguridad nacional”.
Los indígenas son sospechosos. En esta narrativa, la guardia indígena no nació para sobrevivir al conflicto armado. Toma parte del lado de las disidencias de los guerrilleros y sus amigos los narcotraficantes. El indígena, pues, como narcoguerrilla.
Si dependiese del Centro Democrático más convencido, a la militarización de conflictos de tierras en la política de seguridad de Duque podrían agregar algún tipo de genocidio.
Contrario a lo que parecería sugerir el grueso de la opinión en redes sociales, el presidente Iván Duque sí gobierna en Cauca. Y lo hace bastante mal.
La falta de voluntad para implementar el Acuerdo de Paz ha llevado a que la sustitución de coca pierda fuerza. Aun si se legalizara, no hay soluciones cercanas frente a la guerra por el control de la marihuana. Entre tanto, lo que llaman “corredores estratégicos” muchas veces no son otra cosa que la toma y la retoma del territorio, mayoritariamente poblado por afrodescendientes e indígenas. Otra guerra.
A los que cuestionan la incapacidad de Duque para reaccionar frente a una situación desbordada de violencia habría que recordarles que buena parte de la poca energía del ministro de Defensa se ha ido en militarizar este y otros territorios. Gobierno hay, y es del más básico.
Pero además todo puede empeorar.
A Duque habría que reconocerle que el ala radical del Centro Democrático tampoco está de acuerdo con sus silencios y posiciones frente a lo que se debe o puede hacer en el sur del país. Si a muchos nos resultan tibias sus salidas, otros las ven como una renuncia a los postulados de la política de Seguridad Democrática. Ya no es un tibio, es otro traidor.
Cómo es siquiera posible, se preguntan algunos, que ante una nueva masacre al ejército se le impida entrar al resguardo indígena. En palabras de uno de los principales botafuegos: “Hay que revisar la extraterritorialidad indígena, pues afecta la seguridad nacional”.
Los indígenas son sospechosos. En esta narrativa, la guardia indígena no nació para sobrevivir al conflicto armado. Toma parte del lado de las disidencias de los guerrilleros y sus amigos los narcotraficantes. El indígena, pues, como narcoguerrilla.
Si dependiese del Centro Democrático más convencido, a la militarización de conflictos de tierras en la política de seguridad de Duque podrían agregar algún tipo de genocidio.