Colonos

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EN UNA SUGESTIVA COLUMNA DE opinión, Gustavo Duncan se refirió a lo rápida que resultó la discusión sobre tierras y cultivos en La Habana y a lo difícil que ha sido salir del punto que tiene que ver con la justicia transicional.

Pese a que las familias de los colonos cocaleros pueden ser más de cien mil, según Duncan no cuentan con ninguna interlocución política que las reivindique. Las Farc están ahí para defender lo suyo y no mucho más. Y al Estado la suerte del colono poco le importa.

La palabra colono proviene evidentemente de colonización. Lo que no suele estar tan claro es qué se debe entender por colonización. En el lenguaje corriente todavía se piensa la colonización antioqueña como una suerte de proyecto modernizador que llevó a que la raza blanca se impusiera para bien del progreso en un territorio hostil. Ese ideal ya ha sido rebatido con lujo de detalles por historiadores interesados en problematizar el lado rosa de la colonización antioqueña. Si bien hubo desarrollo, varias comunidades negras e indígenas pagaron el precio con sus tierras al ser desplazadas por los cafetales.

Si de colonos se trata, Alfredo Molano es obligatorio. Sus libros trazan puentes entre La Violencia y la colonización de regiones que con el tiempo se irán inundando de coca. Por razones de pragmatismo, las leyes sobre víctimas suelen considerar que la época de La Violencia está muy lejos del conflicto moderno. Ante esas narrativas el colono parece salido de la nada.

Una mirada a la Comisión Especial de Rehabilitación de Alberto Lleras a comienzos del Frente Nacional muestra que el desarrollo se pensaba en términos de colonización. Eso era lo que el Estado y sus burócratas les ofrecían a los desplazados y “exilados” por La Violencia, a los que además trataban de “damnificados”. Memoria colectiva o tan siquiera grupal nunca hubo y la forma como se pensaba el desarrollo algo tuvo que ver.