En palabras del presidente de Francia, la muerte del joven Naël Merzouk tras el disparo de un policía es “inexplicable e inexcusable”. Lo último no lo es tanto. Lo primero tampoco. Excusas (e impunidad) siempre han sido el camino para justificar la violencia cotidiana de la policía en los barrios menos integrados al París turístico de las películas.
Explicaciones sí hay. O ha habido. También advertencias. La película de Mathieu Kassovitz que ganó en Cannes por allá en 1995 fue en parte eso. La Haine o El odio narra 24 horas en la vida de tres jóvenes (Vinz, Hubert y Saïd) en un suburbio de París, tras la golpiza policiva sufrida por otro de sus amigos. La película no tardó en convertirse en un referente para el género. Uno que hoy se lee como: “Se los advertimos”.
Una escena imborrable (y su música) da algunas pistas de la estética que empezaba. Se trata del plano aéreo que parte de un apartamento y va a dar a unos árboles y al conjunto de edificios tipo HLM (vivienda de interés social) habitados por los protagonistas y sus familias. Desde la ventana de su cuarto el DJ francés Cut Killer pone sus parlantes hacia afuera y mezcla dos canciones improbables. Suena “Sound of da Police”, del rapero estadounidense KRS-One, y al tiempo la icónica “Non, je ne regrette rien” (“No, no me arrepiento de nada”), de Édith Piaf.
Una escena más viene al caso. Vinz, Hubert y Saïd, en los momentos posteriores a la agresión contra el amigo, pasan su tiempo haciendo no mucho y riendo. De repente se detiene una van y desde lejos una periodista, micrófono en mano y camarógrafo al lado, pregunta si participaron en los desórdenes del día anterior, si rompieron algo, que es para la tele. Saïd responde que no son ladrones, “madame”. Vinz les tira una piedra. Y Hubert se lamenta: no somos un zoológico que visitan en carro.