Todavía es temprano para identificar el estado de ánimo en que se encuentra el cóndor del escudo colombiano bajo la presidencia de Gustavo Petro. Si nos atenemos al uso que le pretende dar una que otra derecha al escudo, más que “libertad y orden”, lo que prima es un cóndor nostálgico de las buenas épocas anteriores.
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En la larga lista de escudos parodiados con que afortunadamente hemos contado sobresale Pepón y su “Proyecto sustitutivo”, publicado en El Tiempo en el 2002. En vez de cóndor propone un águila imperial, pues “los cóndores se extinguieron con el glifosato”. Tampoco hay referencia alguna a la libertad. Solo orden. Y en épocas de paramilitarismo, el “capuchón de informante”.
Muy en la onda del “Fotomontaje” aparecido en El Espectador en 1992. Segundo piso del escudo: la imagen fotográfica de una tierra arrasada. Suelos secos y chamuscados como parte del paisaje turístico de la guerra contra las drogas. La riqueza del suelo nacional.
También en 1992, Pepón elaboró una vez más sobre el mismo tema en “Sobrevuelo”. Con un avión bimotor que lleva las siglas de la Fuerza Aérea estadounidense y prácticamente pasa por encima del pescuezo del cóndor, obligado a hacer una suerte de venia. La cacareada patria como teatro de guerra.
Y está el gran Ricardo Rendón, en 1922, con “El momento actual de Colombia”. El lema ya no es “libertad y orden”. “Farándula y trapacería” se imponen, el cóndor es un perico y a lo lejos se divisan, en primera escena, las torres de petróleo. La promesa del extractivismo.
Cóndores, águilas, pericos y hasta chulos. O palomas.
Viene al caso el “Escudo de la Regeneración” diseñado por Alfredo Greñas y publicado en el burletero El Zancudo, por allá en 1890. Con su cóndor encadenado y escapularios que cuelgan entre huesos, calaveras y referencias al clero de la Constitución de 1886. Quizás ese sea el escudo que tantos añoran.
