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Continuará

Nicolás Rodríguez

21 de marzo de 2020 - 12:00 a. m.

Inevitablemente el coronavirus vino acompañado de teorías amañadas, explicaciones no pedidas, mentiras calculadas y desconcierto generalizado.

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A Trump hasta le podría costar la reelección su improvisada reacción: el coronavirus es una gripita, la gripita es otra arma de la oposición, el arma es ahora una amenaza global, etc.

Opiniones complotistas circularon libremente. Un arma biológica liberada con propósitos claros: de qué otra cosa podría tratarse.

Sesudos llamados a la calma y denuncias ante la supuesta exageración de los medios también irrumpieron desde diversas orillas. Martín Caparrós no vaciló en afirmar: “Tanto lío por un virus menor”. Vargas Llosa calificó de exageradas las medidas tomadas en España, ya desbordada por la crisis.

Cuando no son los escritores y literatos, son los políticos escudados en doctrinas científicas. Reino Unido creía que iba por el camino correcto con su estrategia de gestionar el contagio de la infección hasta conseguir la inmunidad. O desarrollar la anhelada vacuna.

Hasta que frenaron en seco ante nueva información que aparentemente desmentía las bondades del modelo. En Holanda, sin embargo, prosperó la receta. El primer ministro habló de “contagio controlado” en televisión nacional. Durante otro evento, el ministro de la Salud se desmayó del cansancio y dimitió al día siguiente. El experimento continúa.

A Colombia le llegó el coronavirus con una alcaldesa convertida en presidente de la República. Fue tan marcada la diferencia con Duque que la ministra del Interior, rodeada de militares como si la salud solo fuera un tema de seguridad, salió a recordar que el barco tenía capitán.

Y hay que decir que el capitán tenía razón en no querer cerrarles las fronteras a los colombianos. Una medida violatoria de los derechos humanos más básicos, que los vuelve apátridas.

En Italia ya han fallecido más personas que en China. Francia reaccionó tarde, como España. Como Italia. Como China. La humildad ante lo que ocurre parece imponerse, ya desatada la crisis. En palabras de Angela Merkel: “El mayor desafío desde la Segunda Guerra Mundial”.

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