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Cuerpos mezquinos

Nicolás Rodríguez

28 de abril de 2017 - 09:00 p. m.

Con seguridad son muchos más, pero en materia de ritmos el país tiene como mínimo dos velocidades. El de la política profesional y vitalicia como un juego de niñatos mimados que cuando se cansan de embarrarse en la arenera regresan a casa. Y el del compromiso de otro tipo de ciudadanos con tareas que no son fáciles; que requieren de mucho trabajo, no solo intelectual y físico sino también emocional, y que además suelen ser en beneficio de terceros.

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Por un carril perdemos tiempo y energía (además de la paciencia, que es un valor escaso). Por el otro se diseñan posibilidades reales de superación y mejoramiento social. En un lado anidan impunemente los trastos mal acostumbrados de la comunidad politiquera. En el otro se gestan proyectos colectivos.

Una buena muestra del taponamiento que genera el primer estanco de lama es el comportamiento reciente del inefable Andrés Pastrana. El expresidente es un trancón de ideas. En vez de apostarle con humildad a la elaboración de una agenda política duradera (ahí está Obama pensando cómo promover liderazgos), dedica su tiempo libre, que no es poco, a complotar.

Mientras tanto, en el mismo país que le sufrió como gobernante otros sectores son capaces de producir, en otra frecuencia, una libre de cinismos, una serie de conocimientos realmente oportunos. Aun si difíciles. Un informe de investigación como el que fue presentado recientemente sobre el tema de las víctimas de minas antipersonal viene al casoEl trabajo publicado por el Centro de Memoria Histórica pone en el panorama la posibilidad lejana pero estimulante de una nación sin minas, como Mozambique, que se tardó dos décadas en limpiar su territorio. Y promueve la oportunidad de reconsiderar el posconflicto como un escenario en el que la categoría de la víctima, normalmente utilizada para los no combatientes, se expande e involucra a los miembros del ejército. Un posconflicto, también, en el que los miembros de la guerrilla colaboran con el desminado en un posible ejercicio de justicia compensatoria.

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Entonces: ritmos (e intereses corporales) diferentes, contradictorios, que por poco y se anulan. De parte de los interesados en un futuro incluyente, como los encargados del informe titulado “La guerra escondida. Minas antipersonal y remanentes explosivos en Colombia", prima el cuerpo físico y literal de las víctimas, con sus heridas y mutilaciones. Del lado estéril y ensimismado de las expresidencias parasitarias lidera el cuerpo mezquino de las individualidades políticas.  

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