YouTube ya es una fuente de videos que valen más que mil palabras.
Desde que los transeúntes curiosos registran permanentemente todo tipo de atropellos, con algo de suerte son muchas las tomas en las que el abuso de autoridad adopta un rostro. En ocasiones, dependiendo de la destreza del fisgón, hasta un apellido se cuela.
Por supuesto, Colombia no es la excepción. De los cientos de videos disponibles a tan sólo un click y sin censura alguna, uno reciente merece comentario aparte. Y ello para no retornar al ya clásico entrenamiento de algunos policías capitalinos correteando a un habitante de calle desde un camión, en manada, con soeces griticos viriles y risas de hiena.
Ocurrió en Pasto, Nariño, hace unas semanas. El video de un “medio local”, según explica el narrador, abre con lo que parece ser el forcejeo entre un hombre con chaqueta roja y dos policías con cascos. Uno lo tiene agarrado por detrás e intenta inmovilizarlo, y el otro le agarra los brazos pero se resiste a intervenir del todo. El civil de rojo manotea e intenta sin éxito zafarse de los brazos del primer policía. En esas, el segundo se decide por una descarga eléctrica. Y entonces plop, el “traficante de arroz”, que es como nos lo presentan los oficiales, cae al suelo. Es evidente que se desmaya.
E igual, llegan las excusas oficiales. Según éstas, las imágenes se prestan para malas interpretaciones. Los encargados del control de la autoridad hasta piden que se argumente por escrito en qué consisten las anomalías. Un comandante irá más lejos al explicar la actuación de sus agentes: “Hay unos protocolos de procedimientos de policía, que se basan en los derechos humanos”. El cinismo, pues, como estrategia.
O peor, porque muy en el fondo algo cambió. El lenguaje de los derechos humanos, el mismo que en América Latina se erigió contra las dictaduras, ahora es una llave marcial más de las autoridades.