Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Al presidente Donald Trump poco o nada le interesa América Latina. El futuro del proceso de paz en Colombia tampoco está entre sus urgencias. Ni siquiera Venezuela y su crisis parecen ser lo suficientemente trascendentales.
Otra cosa ocurre con la necesidad de mantener contentos al republicano Marco Rubio y su electorado, como quiera que esos voticos son preciados para las siguientes elecciones. No es casual entonces que políticamente el senador Rubio lidere la estrategia estadounidense empleada en Venezuela para presionar la salida de Nicolás Maduro.
Ahí en donde muchos ven un ejemplo por parte de Trump y los Estados Unidos, aparentemente interesados en la defensa de la democracia y la buena salud de las instituciones republicanas, habría que leer una movida de política interna destinada a satisfacer los cálculos electorales de la facción radical del republicanismo.
Ahora el propio Rubio, que según un par de periodistas de The New York Times hace las veces de “virtual secretario de Estado para América Latina”, se lanzó con un editorial en defensa de la fumigación con glifosato. La argumentación de lo escrito por Rubio retoma la misma narrativa de los defensores más entusiastas del Plan Colombia.
Aquella versión edulcorada de la historia reciente, que ni siquiera Netflix compró para Narcos. La fábula indica que los militares y los policías se sacrificaron, sin la ayuda de los paramilitares, hasta reducir el narcotráfico, doblegar las guerrillas y rescatar a Colombia de su paso por la indecorosa categoría de “nación fallida”.
Es la misma falsa historia del Plan Colombia que omite por completo que los militares les delegaron sus funciones a los paramilitares para que se encargaran de las masacres. Y ello mientras el Ejército Nacional mantenía a raya las miradas reprobatorias del Congreso de los Estados Unidos en materia de derechos humanos.
Es evidentemente la historia que le conviene a Rubio, que el expresidente Uribe nos ha contado y que Darío Acevedo tiene que defender desde el Centro de Memoria Histórica.
