Por abajo, los perros y demás amigos de la búsqueda. Por arriba, la mirada aérea participó en el rescate de los niños perdidos en la selva tras el accidente de la avioneta en la que viajaban. Según un registro periodístico, dos helicópteros Black Hawk y nueve aeronaves más sobrevolaron la zona.
Más allá de la buena noticia que supone el encuentro con los cuatro menores de edad y su capacidad para sobrevivir en la selva, llama la atención el trabajo colectivo entre ejército e indígenas. Por supuesto, no es la primera vez que los también considerados “locales” ofrecen su conocimiento del territorio. Tampoco es nueva la propensión de quienes miramos desde lejos a negarlo.
Exploradores europeos, científicos, escritores de viajes, narradores de sus memorias por la selva, periodistas, administradores de la época colonial y misioneros tienen en común la disposición para ningunear el saber de quienes tanto les ayudaron a mapear e identificar.
Hoy, sin el conocimiento local de los indígenas no habría noticia de última hora.
La exitosa Operación Esperanza lanzada para dar con el paradero de los niños contrasta con las violentas ideas de antaño. Las que no quisiéramos recordar. El Plan Patriota de la administración del expresidente Uribe, por ejemplo. Y toda la guerra contra el sur de Colombia.
Viene al caso, entonces, la tracalada de glifosato del Plan Colombia y el empuje contrainsurgente de los gringos con ayuda de los colombianos de la época. La mirada aérea que imperó durante más de una década. Los ojos de los contratistas bien pagos y su guerra impune contra la misma selva que ahora celebramos con tintes colonialistas como mágica y todopoderosa.
En esta ocasión, sin embargo, hasta el yagé fue reconocido como parte de lo que ayudó a encontrar a quienes estaban perdidos. La mirada desde abajo se impuso. Para los cultivos de coca y desde el aire, a vuelo de avioneta y guerra química, la historia fue otra.