Los álbumes familiares son apenas el inicio de la vida social de las fotografías. Quizás nacen ahí, pero desembocan en lugares inciertos. En el contexto colombiano de guerra y posconflicto, las fotografías de ciudadanos que ya no están son mucho más que objetos para el recuerdo de los seres queridos.
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Los álbumes familiares son apenas el inicio de la vida social de las fotografías. Quizás nacen ahí, pero desembocan en lugares inciertos. En el contexto colombiano de guerra y posconflicto, las fotografías de ciudadanos que ya no están son mucho más que objetos para el recuerdo de los seres queridos.
Mientras se activa el lento credo de la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición, las fotografías son una de las pocas fuentes de conocimiento que mantienen viva la posibilidad de la memoria.
Pese a que toda fotografía va atada a un contexto y una serie de explicaciones, siempre hay un excedente que escapa a las interpretaciones. Según los lugares por donde circulan, las personas que las observan y los lentes utilizados para darles sentidos, la capacidad de las fotografías para activar y reactivar emociones asusta.
Las fotografías están vivas. O así lo quieren los que depositan sus esperanzas en ellas. Las fotografías quieren, piden y ofrecen cosas. En el caso del Salón del Nunca Más en Granada, Antioquia, las fotografías expuestas, en un ejercicio comunitario de memoria entre víctimas y familiares, tienen roles tan diversos como trascendentales. Difícilmente se les podría traducir al limitado pero necesario lenguaje de la justicia transicional.
Por Granada pasaron todos los grupos armados e hicieron estragos. La lista de crímenes cometidos y el número de víctimas acumuladas desborda la capacidad de entendimiento. Un libro tan especial como el escrito por Hugo de Jesús Tamayo Gómez, titulado Desde el Salón del Nunca Más, lo intenta. Y quizás lo logre.
Pero para todo lo que falta por comprender están las fotos, convertidas en un santuario al que acuden las víctimas en búsqueda de reposo, respuestas y descanso. Las bitácoras que se construyen en el Salón dependen por completo de las fotografías. Fortalecido por la desidia, los limitados recursos y la falta de apoyo, un hongo amenaza con devorar el archivo entero, con fotos y sus bitácoras.