Bastante orgulloso se le vio a nuestro agente ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), Carlos Gustavo Arrieta, en el caso relativo a las supuestas violaciones de derechos soberanos y espacios marítimos en el mar Caribe.
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Desde el Palacio de la Paz, en La Haya, Arrieta afirmó: “Colombia está muy satisfecha con la decisión”. Cualquiera que haya escuchado las respectivas ruedas de prensa en las que los oficiales nacionales se pronunciaron pensará que Nicaragua fue derrotada. Nada más incorrecto. En palabras de la CIJ: “La Corte determina que Colombia ha violado los derechos soberanos y la jurisdicción de Nicaragua en su zona económica exclusiva”.
Internacionalistas que entienden del tema nos han explicado que el fallo no cambia demasiado con respecto a lo decidido unos años atrás. El revés diplomático no le compete, entonces, exclusivamente a Duque. En veremos quedaron, pese a los aplausos, los raizales que pretendían pescar en zonas que aparentemente les están vedadas.
Cualquiera sea la posición a futuro del Estado, si acata o no los fallos, vale la pena recordar que, ante la misma CIJ, Ecuador demandó a Colombia en el 2008 por el tema de la aspersión con glifosato en la frontera.
En la defensa colombiana de esa época se lee básicamente que no hubo tal afectación, que el glifosato no hace daño, que desde el aire se puede controlar perfectamente en dónde cae y en dónde no el pesticida, y demás falsedades. Ecuador, por su parte, se limitó a narrar lo sucedido (Colombia fumiga comunidades indígenas, animales y ríos), a recoger testimonios y a sintetizar estudios críticos hechos incluso en Colombia frente a lo tóxico del glifosato.
Una vez más, las fuerzas del derecho internacional le eran tan desfavorables a Colombia que en el 2013 se llegó a un millonario acuerdo con Ecuador para que cesara en su demanda. Pagadas las merecidas indemnizaciones, Colombia siguió fumigando su propio territorio durante años. Aún hoy Duque y muchos otros querrían volver al glifosato.