No podía ser otra que la orden del Infante Don Enrique, el navegante, la que le fue entregada al todavía primer mandatario Iván Duque en Portugal. Por supuesto, en vísperas de la presentación del Informe Final de la Comisión de la Verdad.
Navegar, lo que se dice navegar, no sería lo apropiado. Ni en el sentido literal del desplazamiento por mar, ni en el sentido del conocimiento de los océanos y cómo prepararnos para los retos del cambio climático, aunque esa sea la razón de fondo para el reconocimiento portugués (y de un tiempo para acá, la bandera ondeada tras el naufragio de la economía naranja).
Tampoco en el sentido metafórico...
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