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Aunque no es claro si en realidad lo hacen para ganarle algún terreno a China, que se pasea en el mar Chino meridional con aires de imperio (y que además no cede en los Olímpicos), el gobierno de los Estados Unidos lanzó un programa que pretende limpiar una de las zonas vietnamitas más contaminadas por el antihéroe de la guerra con Vietnam: el agente naranja.
Se sabe que durante una década los Estados Unidos regaron 20 millones de galones de agente naranja y otros herbicidas en Vietnam, Camboya y Laos, con la intención de despejar y destruir la tupida selva en la que se escondían las guerrillas comunistas. Para cuando pararon, el agente naranja ya había destruido dos millones de hectáreas de bosques y cultivos.
El programa tardará cuatro años y tendrá un costo aproximado de U.S. 43 millones. Tiempo y cifra necesarios para descontaminar la zona de Danang, lugar en el que operaba una de sus bases militares.
Aunque la noticia ha sido bien recibida por algunos entusiastas de la reconciliación histórica, lo que el gobierno de Barack Obama (y gobiernos anteriores) se niegan a aceptar es que exista una correlación entre la presencia del letal agente y el nacimiento de niños con malformaciones, abuelos con diferentes tipos de cáncer, personas con quemaduras y lesiones en la piel.
Prima una consigna: “asistencia sin relación con la causa”. Algo así como que habrá ayuda y auxilio por pura y dura solidaridad. Jamás por responsabilidad. Las pruebas científicas, dicen, no son concluyentes. Entre tanto se multiplican las víctimas, de lado y lado, pues no hubo reparos en bañar a la propia tropa. Y ante la cascada de demandas por parte de las víctimas, a los abogados de las empresas encargadas de confeccionar el traje del antihéroe naranja se les escucha decir que “hace parte de la condición humana encontrar a quién culpar”.
Falta ver cómo remedian los estragos de la guerra contra las drogas.
