El Día de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas en realidad fue y seguirá siendo, por fortuna, el día de las memorias, en plural. De ahí que en el Congreso las víctimas le hayan hecho anotaciones, desde orillas diferentes, al proceso de paz con las Farc.
En la sesión especial en la que las víctimas hablaron, varias fueron las críticas hacia la política general de la reconciliación y el posconflicto. Aun si hubo un mayoritario apoyo a la paz, algunos de los reclamos iban dirigidos hacia el Estado, su Ley de Víctimas y Restitución de Tierras y la justicia transicional. El evento no era una refrendación del poder político de Santos.
Sin embargo, fue Uribe quien cautivó la atención de los medios cuando prefirió echarse una perorata más en la Plaza de Bolívar. Todo porque no le permitieron una réplica, en el único día del año en el que a las víctimas les abren los micrófonos del Congreso.
La senadora Cabal se unió al desplante con su acostumbrada dosis de provocaciones. A los manifestantes que también gritaban les sugirió que se pusieran a estudiar. Una caricatura cubrió el episodio poniéndole orejas de burra a la congresista. Y con ese y otros chistecillos será recordada la seria jornada.
Todavía estamos muy lejos de una moderada cultura del silencio respetuoso y a años luz de la solidaridad que pretende evocar el 9 de abril. Uribe volvió a monopolizar los espacios para el diálogo. En tanto que, siendo congresista, vociferó como víctima de las Farc que se sabe presidente. Todas las voces posibles.
El desplante de la bancada del Centro Democrático ante las víctimas del conflicto armado es muy diciente del tipo de democracia que defienden. La celebración de una sola y única memoria, como lo pretende el uribismo con su insistencia en el discurso de la amenaza terrorista, es la definición de una sociedad autoritaria.
Además del equivalente al chavismo que tanto denuncian.
El Día de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas en realidad fue y seguirá siendo, por fortuna, el día de las memorias, en plural. De ahí que en el Congreso las víctimas le hayan hecho anotaciones, desde orillas diferentes, al proceso de paz con las Farc.
En la sesión especial en la que las víctimas hablaron, varias fueron las críticas hacia la política general de la reconciliación y el posconflicto. Aun si hubo un mayoritario apoyo a la paz, algunos de los reclamos iban dirigidos hacia el Estado, su Ley de Víctimas y Restitución de Tierras y la justicia transicional. El evento no era una refrendación del poder político de Santos.
Sin embargo, fue Uribe quien cautivó la atención de los medios cuando prefirió echarse una perorata más en la Plaza de Bolívar. Todo porque no le permitieron una réplica, en el único día del año en el que a las víctimas les abren los micrófonos del Congreso.
La senadora Cabal se unió al desplante con su acostumbrada dosis de provocaciones. A los manifestantes que también gritaban les sugirió que se pusieran a estudiar. Una caricatura cubrió el episodio poniéndole orejas de burra a la congresista. Y con ese y otros chistecillos será recordada la seria jornada.
Todavía estamos muy lejos de una moderada cultura del silencio respetuoso y a años luz de la solidaridad que pretende evocar el 9 de abril. Uribe volvió a monopolizar los espacios para el diálogo. En tanto que, siendo congresista, vociferó como víctima de las Farc que se sabe presidente. Todas las voces posibles.
El desplante de la bancada del Centro Democrático ante las víctimas del conflicto armado es muy diciente del tipo de democracia que defienden. La celebración de una sola y única memoria, como lo pretende el uribismo con su insistencia en el discurso de la amenaza terrorista, es la definición de una sociedad autoritaria.
Además del equivalente al chavismo que tanto denuncian.