Desde que el 9 de abril fue escogido para visibilizar a las víctimas del conflicto armado, varios grupos se han incorporado a los relatos de la memoria histórica y el universo de las personas reconocidas como objeto de algún tipo de victimización.
La iniciativa ha sido exitosa, como quiera que la programación de actividades anuales ofrece diversas formas de interrogar el conflicto. La histórica fecha del asesinato de Gaitán es una buena ocasión para divulgar informes y actividades asociadas a la memoria histórica y también para presionar a los actores armados que se dicen interesados en ponerle un final al conflicto. Por estos días varios le hablaron duro, por ejemplo, al Eln.
En este mismo contexto, no debería pasar desapercibida una noticia cínica y no por ello menor, frente a la detención por ejecuciones extrajudiciales del general Henry Torres Escalante. En efecto, la atención se centró en tres temas. La medida de aseguramiento de un general que se encontraba activo. Las víctimas de los falsos positivos, cuyas familias no se encuentran necesariamente a gusto con el futuro jurídico de los responsables. Y la salida del fiscal, ya que esta fue una de las últimas y más polémicas decisiones que tomó.
Pues habría que agregar que el general Torres se desempeñaba igualmente como encargado de la Oficina Histórica de las Fuerzas Militares. En un día como el de hoy, en el que el Bogotazo ahora también es el día de las víctimas, las preguntas son varias. ¿Cómo integrar las fuerzas militares a los relatos de la memoria histórica? ¿Cómo explicar que algunas de sus experiencias durante el conflicto caben en la sombrilla de la victimización?
O mejor: ¿Cómo reconocer esas experiencias de dolor sin que el uso del lenguaje creado tras décadas de movilización transnacional (“nunca más”, “por los derechos humanos”, “basta ya”) sea objeto de una utilización estratégica?
¿Cómo evitar, pues, el cinismo como arma de lucha?