De todos los argumentos contra la Teletón, el más flojo es el de la evasión de impuestos por parte de sus organizadores.
Y no porque sea falso o parcialmente verdadero, sino porque hay peores cosas. Don Francisco llorando en vivo y en directo ante el caso particular de algún niño con discapacidad es una imagen abominable. De terror.
No sólo gratuita, oscura y decadente sino agresiva. Francamente violenta. En aras de unas sumas de dinero sobre las que por definición no puede haber ningún control político (¿quién le pide cuentas a la caridad?), a los niños de la Teletón los ridiculizan en un acto de circo, con lágrimas, aplausos y música de organeta.
La Teletón es un espectáculo. Un evento de diversión. Y si Don Francisco se conmueve hasta el punto de poner en riesgo su maquillaje, nada peor que el desfile nacional de sonrientes actores, presentadoras, modelos, reinas, políticos, cantantes, futbolistas y demás embajadores de la caridad. Todos, sin falta, con un mensaje autocomplaciente de optimismo.
Hablan de los sueños y la unidad nacional. De los valores, la familia, la causa, el cambio, la paz. “Mírate, Colombia, y verás lo mejor de ti”: este es el lema de la Teletón 2015. Una fundación con más de 40 años de trabajo en la producción y transmisión de todo tipo de estereotipos.
En el modelo social de la discapacidad se la entiende como diversidad humana. No como enfermedad. Tampoco como diagnóstico médico. Y mucho menos como tragedia. Las propagandas en las que una persona con discapacidad es asimilada a una víctima que es preciso socorrer no ayudan a nadie. Más bien entorpecen. Confunden. Denigran.
La caridad nada tiene que ver con las funciones del Estado. Las personas con discapacidad tienen derechos. Los servicios de rehabilitación que promociona la Teletón y por los que tanto presentador de laca y corbata se emociona, respira fuerte y manda besos, están incluidos en el Plan Obligatorio de Salud.
