La vara la puso el editorial de El Tiempo, titulado “El desafío de la Corte”, en el que se lee: “Estamos hablando de quien ha sido uno de los personajes políticos de mayor relevancia en el país en épocas recientes”. Desafío hay, claro, pero aparentemente es a la propia Corte Suprema de Justicia.
La columnista Claudia Palacios, en el mismo diario, no vaciló en justificarnos su credo paramilitar: “Que la justicia eventualmente llegue a probar que Álvaro Uribe es culpable no solo de determinar el soborno a unos testigos, sino masacres y conformación de grupos paramilitares (sic), jamás lo despojará de ser quien les devolvió la seguridad a miles de colombianos de todas las clases”. Palabras mayores, sin anestesia.
No lo hizo peor Darío Acevedo, en cuyo poder burocrático reposan las historias de millones de víctimas del conflicto armado: “Mínimo gesto de solidaridad: izar la tricolor a media asta y con cinta negra”. El gran colombiano, como se refiere el director del Centro Nacional de Memoria Histórica a Álvaro Uribe, sería un héroe caído en batalla (lo que sea que eso quiere decir).
Menos dada a los símbolos, la senadora del Centro Democrático Paola Holguín le lanzó un mensaje a la reserva activa: “Este es un llamado a que nos ayuden”. No especificó de qué va la ayuda, pero más o menos se entiende.
El propio presidente salió a defender al investigado por la Corte Suprema. “El presidente de la República no debe y no puede involucrarse en los fallos de la justicia”, decía Iván Duque hace un tiempo. Hoy ya vamos en que existe algo llamado la “presunción de honorabilidad”.
Se vienen tiempos duros, lo reflejan las reacciones. Además de las amenazas y los llamados taimados a cuanto golpe de Estado sea posible imaginar, una constituyente se asoma, al mejor estilo chavista. Una reforma, y expedita, está entre lo que se exige.
Ya hasta Paloma Valencia compara a Uribe con Simón Bolívar.
La vara la puso el editorial de El Tiempo, titulado “El desafío de la Corte”, en el que se lee: “Estamos hablando de quien ha sido uno de los personajes políticos de mayor relevancia en el país en épocas recientes”. Desafío hay, claro, pero aparentemente es a la propia Corte Suprema de Justicia.
La columnista Claudia Palacios, en el mismo diario, no vaciló en justificarnos su credo paramilitar: “Que la justicia eventualmente llegue a probar que Álvaro Uribe es culpable no solo de determinar el soborno a unos testigos, sino masacres y conformación de grupos paramilitares (sic), jamás lo despojará de ser quien les devolvió la seguridad a miles de colombianos de todas las clases”. Palabras mayores, sin anestesia.
No lo hizo peor Darío Acevedo, en cuyo poder burocrático reposan las historias de millones de víctimas del conflicto armado: “Mínimo gesto de solidaridad: izar la tricolor a media asta y con cinta negra”. El gran colombiano, como se refiere el director del Centro Nacional de Memoria Histórica a Álvaro Uribe, sería un héroe caído en batalla (lo que sea que eso quiere decir).
Menos dada a los símbolos, la senadora del Centro Democrático Paola Holguín le lanzó un mensaje a la reserva activa: “Este es un llamado a que nos ayuden”. No especificó de qué va la ayuda, pero más o menos se entiende.
El propio presidente salió a defender al investigado por la Corte Suprema. “El presidente de la República no debe y no puede involucrarse en los fallos de la justicia”, decía Iván Duque hace un tiempo. Hoy ya vamos en que existe algo llamado la “presunción de honorabilidad”.
Se vienen tiempos duros, lo reflejan las reacciones. Además de las amenazas y los llamados taimados a cuanto golpe de Estado sea posible imaginar, una constituyente se asoma, al mejor estilo chavista. Una reforma, y expedita, está entre lo que se exige.
Ya hasta Paloma Valencia compara a Uribe con Simón Bolívar.