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Por allá en la prehistoria de su red social favorita, en el 2019, Gustavo Petro compartió dos escenas de mujeres indígenas rodeadas de gases lacrimógenos en el contexto de una protesta. Una tiene un tapabocas (imagen ecuatoriana desde entonces icónica ) y otra ondea una bandera. Como lectura explicativa de las fotografías y en el tono humilde de siempre, el futuro presidente escogió darles clases de feminismo a las mujeres con otra frase igualmente memorable: “el feminismo que sí puede hacer el cambio”.
Unos 78 mil 923 millones de tuits después (exagero, pero pueden ser el doble), el ahora presidente sigue sin entender que cambio y feminismo son una misma cosa. En su particular forma de entender lo segundo ha habido espacio para promover mujeres en cargos públicos relevantes al mismo tiempo que se seleccionan y eligen personajes abiertamente misóginos. El affaire Mendoza y la embajada en Tailandia es simplemente uno más en una larga lista de impresentables. Mendoza pudo ser declinado (y defendido y comparado sin rubor alguno con artistas que jamás habrían escrito un panfleto tan vago, ramplón y efectista como Matarife), pero Benedetti sigue ahí.
Entrevistada sobre el episodio y el tema general del género en la administración de su padre, Sofía Petro alertó sobre los avances y señaló las inconsistencias. No le huyó a las preguntas que la interpelaban como feminista. A diferencia de más de un delfín anterior, aceptó que “la violencia machista ha permeado al gobierno”. Es más, se atrevió a darnos luces sobre las enseñanzas del presidente y con la ternura que produce un familiar de otra era, explicó: “hay muchas que él ha aprendido, otras que le faltan y muchas que probablemente ya no aprenderá”.
Bienvenidas todas las clases de feminismo para el papá y el presidente. Preocupa sin embargo que sea también el cambio, en el gobierno del cambio, el que requiere repasos.
