Llega a la Fiscalía un abogado que no es experto en derecho penal, pero viene de ser acusado de hacer malabarismos con las cifras sobre líderes sociales asesinados en el país, su verdadera área de experiencia. Un aprendiz que hacía mal aquello para lo que se supone que era bueno.
El paso de Francisco Barbosa por la Consejería Presidencial para los Derechos Humanos y Asuntos Internacionales deja el mencionado informe sobre el comportamiento de los homicidios de líderes sociales (debidamente refutado por Dejusticia) y una estela de narrativas de corte negacionista frente al mismo tema.
Para Barbosa, que ya nos quiso hacer creer entonces con una serie de jueguitos estadísticos que el número de asesinatos disminuyó, no es posible hablar de ningún tipo de sistematicidad. Varias veces pasó a los micrófonos a explicar los tecnicismos de la sistematicidad según el derecho internacional. Dado que el Estado no está detrás de los asesinatos y no existe un plan premeditado, dijo, es erróneo hablar de sistematicidad.
La omisión, la ausencia de voluntad para aplicar el Acuerdo de La Habana y detener buena parte de la persecución a los líderes sociales no fue discutida. El faltonazgo total del Estado pasó de agache en las consideraciones técnicas de quien un día estuvo a favor del proceso de paz y la justicia transicional, y al otro se convirtió en su crítico.
“No es que se estén creando artilugios técnicos”, manifestó el redactor del informe con cifras desinfladas para que no pensáramos que había indiferencia ante el falso dato de la disminución. En vez de sistematicidad, estamos ante “hechos aleatorios en diferentes territorios”. Y ello, seguido de un comodín: el narcotráfico y la criminalidad son los verdaderos culpables.
Pues este será, en adelante, el encargado de la Fiscalía General de la Nación. Para el presidente Iván Duque, su compañero de universidad es garantía de patriotismo, referente de acción contra la criminalidad y un claro ejemplo de “solvencia ética”.
Llega a la Fiscalía un abogado que no es experto en derecho penal, pero viene de ser acusado de hacer malabarismos con las cifras sobre líderes sociales asesinados en el país, su verdadera área de experiencia. Un aprendiz que hacía mal aquello para lo que se supone que era bueno.
El paso de Francisco Barbosa por la Consejería Presidencial para los Derechos Humanos y Asuntos Internacionales deja el mencionado informe sobre el comportamiento de los homicidios de líderes sociales (debidamente refutado por Dejusticia) y una estela de narrativas de corte negacionista frente al mismo tema.
Para Barbosa, que ya nos quiso hacer creer entonces con una serie de jueguitos estadísticos que el número de asesinatos disminuyó, no es posible hablar de ningún tipo de sistematicidad. Varias veces pasó a los micrófonos a explicar los tecnicismos de la sistematicidad según el derecho internacional. Dado que el Estado no está detrás de los asesinatos y no existe un plan premeditado, dijo, es erróneo hablar de sistematicidad.
La omisión, la ausencia de voluntad para aplicar el Acuerdo de La Habana y detener buena parte de la persecución a los líderes sociales no fue discutida. El faltonazgo total del Estado pasó de agache en las consideraciones técnicas de quien un día estuvo a favor del proceso de paz y la justicia transicional, y al otro se convirtió en su crítico.
“No es que se estén creando artilugios técnicos”, manifestó el redactor del informe con cifras desinfladas para que no pensáramos que había indiferencia ante el falso dato de la disminución. En vez de sistematicidad, estamos ante “hechos aleatorios en diferentes territorios”. Y ello, seguido de un comodín: el narcotráfico y la criminalidad son los verdaderos culpables.
Pues este será, en adelante, el encargado de la Fiscalía General de la Nación. Para el presidente Iván Duque, su compañero de universidad es garantía de patriotismo, referente de acción contra la criminalidad y un claro ejemplo de “solvencia ética”.