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El miedo a Petro

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Nicolás Rodríguez
11 de junio de 2022 - 05:30 a. m.
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Una tipología a mano alzada y sin ningún fundamento científico del denominado “miedo a Petro” podría arrojar como mínimo tres tendencias.

En la primera están los que le temen por su pasado, cualquiera que este sea. Desde el supuesto castrochavismo hasta la militancia en una guerrilla, no lo toleran. Sus ideas sobre el cambio han sido dramatizadas a tal punto que surge la duda sobre si es Petro lo que asusta o si se trata, mejor, del miedo a la alternancia en el poder. Estamos hablando, por supuesto, del uribismo.

En un segundo plano se ubica el llamado establecimiento. Acá el miedo no es a Petro sino a las posibilidades de un gobierno de izquierda. El candidato presidencial carga, quizás, con la culpa de haber exagerado inicialmente la velocidad y la intensidad de las reformas propuestas. Un petrismo agresivo ha contribuido a convertir las dudas de algunos sectores en miedos más o menos legítimos. Aun así, Petro se ha trasladado lentamente hacia el centro. Sus ideas ya no son tan radicales y decididamente reformistas como se creía. De cara a la segunda vuelta Petro encarna, como lo han explicado algunos de sus votantes de centro, una alternativa menos peligrosa y más segura institucionalmente que la que supone Rodolfo Hernández.

Finalmente están los que repiten que Petro no será un buen presidente porque el miedo que suscita llevará, inevitablemente, a resistencias paralizantes. Que los cambios los haga el ingeniero, que sería el otro candidato que supo capitalizar el descontento. Una persona como el poeta William Ospina lidera esta agrupación. Y si bien la veracidad del argumento de la polarización ha sido ampliamente discutida, las palabras tranquilas y elogiosas de Ospina hacia Petro y sus seguidores son prueba suficiente de lo inútil que es convertir el miedo a Petro en odio a los que se le oponen.

Cualquiera sea la razón para insistir en el miedo a Petro, hay razones suficientes para hilar más delgado.

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