De todas las palabras utilizadas para referirse a lo ocurrido en Cali con la estatua de Belalcázar, una en particular es más importante que la propia escultura. No es “rabia” y tampoco “indignación”. Ni siquiera es “violencia”. O “raza”. O “conquista”. Tampoco, “conquistador”. La verdadera protagonista es “vandalismo”.
La palabra estrella de esta y otras jornadas parecidas, como la de Popayán con otra escultura de Belalcázar, es evidentemente un lugar común. No solo denota el “espíritu de destrucción que no respeta cosa alguna, sagrada ni profana”, como define la RAE la palabra “vandalismo”. Sino algo mucho más mundano y arraigado...
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