Con los primeros que se debe disculpar Belisario Betancur es con los lectores de poesía.
Todavía no está claro si las palabras que ofreció en estos días, con 30 años de retraso, fueron unas disculpas sinceras o un poema abortado. Como sea, la frase “si errores cometí pido perdón a mis compatriotas” pasará a la historia de las letras con cobardía.
No todas las disculpas políticas son sinceras o legítimas. También Tony Blair, al que tanto copiamos, pidió disculpas cada que pudo por la participación de los ingleses en la trata de esclavos. De los ocho millones que fueron sacados de África entre el siglo XVI y el XIX, dos y medio fueron trasportados en barcos ingleses. Al margen del debate de los ingleses que se opusieron al ejercicio de la rememoración, el perdón de Blair hace parte de lo que ya es una práctica rutinaria de las sociedades democráticas liberales.
Por lo mismo, el turno de ofrecer disculpas por los hechos del Palacio de Justicia fue para el presidente Santos, en respuesta a la condena de la Corte Interamericana. Y aunque también se les extienden disculpas de poesía expresidencial a los militares cada que sale una sentencia, nunca antes se le había oído a la institucionalidad tan decidida a hablar abiertamente de desapariciones forzadas.