En desbandada

Se ha discutido bastante el interés del expresidente Uribe en desmontar la justicia transicional para no reparar en verdades.

Y ha quedado igualmente clara la importancia de atravesarle un palo a la ley de restitución de tierras, que de hecho avanza poco o con muchas dificultades. Es más, la idea de modernizar el catastro rural fue elevada convenientemente a la categoría de usurpación de tierras adquiridas de buena fe.

Vale. Supongamos que la gente que les está poniendo cabeza fría a los disparates del uribismo dice que sí a los dos reparos. Y que nos quedamos sin comisiones de la verdad en un escenario de impunidad total para todo el mundo. Pero además con el mismo tipo de modernidad a la brava que ha sido impuesta a través de desplazamientos forzados para los que la institucionalidad estatal, en los noventa, solo tenía a la mano una oficina de atención de desastres naturales creada para futuras tragedias como la de Armero.

Pues ahí no paran las objeciones que Uribe pretende negociar desde el Centro Democrático. No basta con las verdades que no serán dichas y la defensa de las tierras de dudosa reputación. El desmedido apetito uribista no se limita al campo de la justicia y la economía. No solo estamos hablando de cárcel y plata. También está la política, que acaso sea tan o más importante.

La otra gran estrategia ya no de dilatación hasta las siguientes elecciones presidenciales sino de guerra (la famosa combinación de todas las formas de lucha) consiste en oponerse de plano a la elegibilidad política de algunos de los dirigentes de las Farc. Sin cabezas visibles en la imposible política colombiana, es conocido lo que pasará con los guerrilleros jóvenes y su posible desbandada hacia la criminalidad. Para todos los otros líderes que insistan por el lado de los movimientos sociales, ya hay una serie de asesinatos selectivos en curso.