“La Escombrera: ¿qué es y por qué es tan importante este lugar en Medellín?” Con ese título abre un texto informativo publicado en la página web de Blu Radio. Antes de entrar en operaciones armadas y relatos de memoria histórica, la respuesta que sugieren parte de lo básico: “la Escombrera es un sitio que durante años ha sido utilizado para el vertimiento de escombros en Medellín”.
Una escombrera, como su nombre entonces lo indica, es como mínimo un espacio para los escombros. Por “escombro” entendamos, con la RAE, “desecho”. ¿Pero qué es un desecho? ¿Y qué pueden saber en el diccionario de la Real Academia de desechos? Una escombrera es el lugar al que van a dar los restos de las obras de construcción. Una escombrera es también de donde sale el material para construir más de una casa. Para autogestionarse una vivienda, como en Moravia, que alguna vez fue basurero y hoy es jardín.
A la escombrera va a dar lo que sobra. Aquello que se quiere tirar. En el mejor de los casos, la escombrera es un arrume de pedazos, piezas y polvos. Un vertedero. En otro quizás se trate de un basurero (“cuyos límites se confunden con bosques y areneras” escribe Pablo Montoya). En el peor, estaríamos ante la fosa común de la Comuna 13 y sus verdugos. Un pie de página en las políticas de seguridad de los ilegales (y los legales). O un trampolín que también es rodadero, para que los políticos ambienten sus diferencias. Un coliseo. Un auditorio.
En el colmo de los males: un retrato. Un croquis de lo que hemos sido. Un mapa interno. Una endoscopia. El gran museo de las víctimas que no lograron construir en Bogotá. Sea como sea (vertedero, basurero, cementerio, monumento, espejo) la escombrera no debería ser lo que se le dé la gana a cualquier periodista con micrófono abierto.
Pero lo es.