Primero es incapaz de evitar que sean reclutados y luego los ataca como si fueran combatientes. A los niños y jóvenes adolescentes el Estado colombiano les falla dos veces consecutivas. Es más, en gobiernos de derecha y de izquierda.
Veníamos de la ilustre teoría de las “máquinas de guerra”. Como se recordará, así les llamó el exministro de Defensa Diego Molano a los niños asesinados en el contexto de los bombardeos liderados por la administración Duque. Que no fueron los únicos pues ya su igualmente impresentable ministro de la Defensa anterior, Guillermo Botero, había hecho lo propio en operaciones juzgadas exitosísimas y debidamente camufladas, hasta el punto de esconder que más máquinas de guerra habían sido sacadas de circulación.
Como bastante se ha dicho, el presidente Petro en su momento se opuso radicalmente a este tipo de operaciones militares. En esa época de opositor político, sus conocimientos sobre el derecho internacional humanitario (el manoseado DIH) eran de enmarcar en cualquier callejón de La Haya. Unos años después, el concepto es otro. Según el Instituto de Medicina Legal, no menos de 15 menores de edad han muerto en bombardeos militares entre agosto y noviembre. A semejanza de sus criticados, Petro ha salido a justificar lo injustificable echando mano una vez más del abusado derecho internacional humanitario que tanto decía respetar: eran ellos o nuestros soldados…
Es más, desde su cuenta de X le dio alas a otra teoría: “Si se suspenden los bombardeos los capos van a reclutar más niños y niñas porque se darán cuenta que así se cubrirán de riesgos militares mayores”. Una forma más de decir: ¿Alguien quiere pensar en los niños y las niñas? De las “máquinas de guerra” hemos transitado, sin ningún esfuerzo, a la realidad epistemológica de “los escudos humanos”.
La teoría tiene sus propios practicantes. El ministro de la Defensa, Pedro Sánchez, estaría llamado a ser su defensor natural si no fuese porque en su condición de militar retirado más parece el padre de la criatura. Sobre el hecho militar y el cambio de doctrina, así lo lamentó (sin lamentarlo realmente) el exministro Juan Fernando Cristo: “Solo dolor se puede sentir con la muerte de 7 menores de edad tras los bombardeos contra la estructura criminal de Iván Mordisco que utiliza niños, niñas y adolescentes, víctimas de reclutamiento forzado, como escudos humanos”.
Nada muy lejos de un uribista consagrada tipo Alfredo Rangel: “Al prohibir los bombardeos cuando hay presencia de menores se incentiva su reclutamiento forzoso y su uso como escudos humanos”. O una María Fernanda Cabal: “Los criminales han usado niños como escudos humanos, ese es un delito imperdonable”. Y de ahí para abajo cualquiera (“renunciar a la capacidad aérea ofensiva no es opción frente a estructuras criminales que reclutan niños como escudos humanos”: María Claudia Lacouture).
En fin, atrás quedó la era de las máquinas de guerra, entramos en la de los niños, jóvenes y adolescentes reclutados por grupos armados y considerados como escudos humanos. Y todo con la supuesta ayuda del DIH, para una teoría más sólida en sus bases conceptuales. Desde luego, en los tiempos, qué coincidencia, de Trump y su militarizada política externa de amedrentamiento, chantaje, espectáculo aéreo y persecución familiar.
También para eso, parecería, sirven los escudos.