Supongo que somos varios los que compartimos la obsesión del presidente Petro ante lo que viven palestinos e israelíes en las horas oscuras de una guerra indescifrable, para la que no siempre hay palabras justas o suficientes.
Ya en esas, promover la liberación de Palestina no debería ser impedimento para denunciar la violencia del grupo fundamentalista Hamás. Como tampoco es propiamente normal, al estilo de Iván Duque y sus anteriores, silenciar la respuesta desproporcionada y genocida del Ejército israelí.
Cualquiera sea la salida, mientras tanto, en Colombia también pasan cosas…
Estamos iniciando un cese al fuego bilateral con el Estado Mayor Central. Un logro considerable de la política de la paz total, que no figura al mismo nivel de las decenas de mensajes virtuales que el presidente ha redactado sobre Palestina y la guerra entre Hamás e Israel.
La capacidad presidencial para alertarnos sobre lo que está bien y lo que está mal, su rapidez y claridad para desmenuzar lo que está en juego moralmente en tierras tan lejanas, no se ve reflejada en la teorización del territorio nacional.
Si hay tanto tiempo para debatir en redes sociales, un mínimo de pedagogía sobre los procesos de paz sería más que bienvenido. ¿Quiénes son las víctimas del grupo que adhiere a la paz total —a la que ya se sumó el ELN— y en qué territorio están, por ejemplo? ¿Cuáles son los riesgos? ¿En qué consisten los grises, cuáles son los puntos ciegos? ¿Quién se va a oponer? Están pasando cosas... ¿pero de qué y de quiénes dependen? La agenda de la negociación podría ser objeto de alguna discusión.
Las comunidades directamente involucradas en las violencias de las disidencias de las FARC-EP merecen algo de atención. Tan grande es la preocupación del presidente por lo que se mueve en redes sociales entre sus críticos que opinan sobre Palestina e Israel, que una noticia de la mayor importancia quedó sepultada. Básicamente pasó desapercibida.