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Galletas sin suerte

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Nicolás Rodríguez
17 de enero de 2015 - 03:39 a. m.
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Son demasiadas las páginas en internet que ofrecen frases de ocasión, refranes sin contexto, rimas sin versos y dichos mal dichos.

Las venden como aforismos pero por lo general no pasan de ser recetarios para algún tipo de tarea del corazón.

Algunas parecen emoticones letrados. No hay espacio para la duda o el fracaso. Todo es heroísmo. “Cada pendejo que se bate contra un ventilador se cree don Quijote” habría dicho Jerzy Lec, que poco aparece por ahí.

En el mejor de los casos se trata de reflexiones hechas en voz alta por algún mortal, que han sido etiquetadas con fines más comerciales que terapéuticos, bajo la complaciente idea de “los grandes pensadores”.

Nadie sabe de dónde salen las citas ofrecidas (un poema, un discurso, una canción, un billete, una receta de cocina) pero ahí están, a la vuelta de un click, para el que esté adormilado sin sueño, empacando un regalo sin mensaje para la tarjeta.

Muchas de estas píldoras homeopáticas para la mala memoria van a dar a una inocente pared que probablemente habría querido ser un alegre muro grafiteado. Las de tintes revolucionarios, que no solo pululan en pupitres y edificios de las universidades públicas, encierran la sabiduría de una vieja galleta de la suerte sin tirita de papel.

Otras se contradicen, lo que es normal. Y algunas se anulan. Muchas simplemente envejecen mal. A un militante progresista de los años setenta se le puede citar defendiendo los derechos humanos. Lo que por supuesto es de celebrar. A sabiendas, sin embargo, de que la homofobia en la izquierda radical era tremenda y los homosexuales podían ser considerados una suerte de corrupción moral ocasionada por el supuesto amaneramiento de los burgueses.

En otros muros de mayor intimidad, como es el caso de los virtuales en Facebook o en twitter, personajes públicos de la mayor trascendencia se sirven de estos comodines para hablarles a sus lectores. Es la misma metáfora del rebaño pero con otras cabras.

Bienintencionado, por ejemplo, Martín Santos le agrega como encabezado a sus postulados en twitter que Gandhi (¿quién más si no el pobre Gandhi?) dijo que no hay camino para la paz. Que la paz es el camino. Y ello pese a que el buen gobierno de su padre, por fortuna, se ha encargado de llevarle la contraria al político de la India: que más bien hay muchos caminos y pocos llevan a la paz diría con razón el Presidente.

En fin, que sea esta una oportunidad para pedir junto a Millor Fernandes, el escritor brasileño que falleció en el 2012, algún otro muro con una pared bien blanca para una pregunta o dos como la que sigue (modificada para que suene mejor y no se pierda la tradición de la cita a medias): ¿por qué es que nunca, diría Fernandes, un país erige como monumento el Arco de la Derrota?  

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