En el arbitrario diccionario que utiliza Facebook para delimitar el territorio visual de lo permitido y lo prohibido, la batalla contra la desnudez no siempre lleva a las buenas maneras y la corrección política.
En casos ya conocidos como los de las fotografías de una madre amamantando, desde el Sillicon Valley se han emitido torpes intentonas de censura que han debido ser corregidas. Lo mismo ha ocurrido con las imágenes que pretenden concientizar acerca del cáncer de seno.
El último destello de lucidez que protagonizó el estilizado, educadísimo y muy bien programado algoritmo que controla la interpretación de las imágenes compartidas por los usuarios de la red social consistió en exigirle al editor de un diario noruego que eliminara de su perfil la fotografía de la niña desnuda que corre de las bombas de Napalm, en Vietnam.
Sobre la icónica imagen que le tomó el reportero de AP, Nick Ult, a Thi Kim Phuc, se han escrito libros enteros de conocedores ya no solo de las guerras gringas, sino de la fotografía y sus usos sociales. La guerra con Vietnam es considerada un momento de no retorno en la historia del fotoperiodismo. Se dice por ejemplo que por encima del campo de batalla y sus consecuencias, fue la primera guerra que terminó en los periódicos.
Aun así se impuso la censura. Facebook, la red social en la que lo socialmente aceptable no da lugar a ningún tipo de discusión, decide desde la inteligencia humana de su programación lo que es importante y lo que no en una fotografía. La red social se da ínfulas de historia universal, participativa y democrática. Lo que le resulta de sus mecánicas imposiciones, en cambio, es un relato parcializado, tan políticamente correcto como equivocado.
Antes de rectificar, los electrónicos recursos humanos de Facebook le dieron a elegir al editor del diario noruego, Tom Egeland: o elimina la fotografía o la pixela.