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A Iván Duque nada le gusta más que vanagloriarse de sus travesías por el mundo. Nunca se le ve tan contento (obviemos lo bochornoso que es su paso por los tornamesas) como cuando hace alarde de su tránsito por alguna universidad extranjera, ojalá taquillera y que suponga algún prestigio. Si anteriormente la farsa era con Harvard y sus cursillos de días vendidos como sesudas especializaciones, ahora la agarró contra Oxford.
El título de su nuevo libro es una genialidad que lo reúne todo: Fuerza y verdad. Conversaciones en Oxford sobre el futuro del humanismo.
Conversaciones sobre el humanismo, dice, que lo mismo podrían ser sobre el penúltimo tema musical de moda en el tropipop, pero en las que el mensaje de fondo –aquello sobre lo que por fin se puso de acuerdo tras una revisión de literatura exhaustiva, sus conclusiones y hallazgos– es Oxford. Conversaciones con Oxford: un señor que Iván Duque aparentemente conoció personalmente…
Es el mismo libro con el que el expresidente de Colombia posó hace poco al lado de Benjamín Netanyahu, un mentiroso patológico cuya valentía se mide en niños árabes amputados por el ejército israelí, desplazamientos forzados y asesinato de periodistas. Pero aquí de nuevo vale más la actuación del político con un mensaje internacional que se codea con otros políticos con otros mensajes, también internacionales. Y juntos, con el amigo Oxford, trabajan por el futuro del humanismo.
En los cimientos intelectuales de tanto postureo siempre hay, en el caso de Duque y tantos otros y otras como él, un apego al relato educador que emana de las guerras y grandes enseñanzas del siglo XX; una admiración del andamiaje institucional derivado del desmadre. Acá tenemos a un defensor de los supuestos valores que encarnan Oxford, Harvard y demás.
Si uno oye a Duque y tiene el tiempo, la infortuna y el pésimo gusto para llegar incluso a leerlo, con seguridad se quedará hasta admirado con lo democrático e inspirador que es este embajador del orden liberal que habla con generosidad, conocimiento, traje, corbata y babas sobre paz, tecnología, innovación, juventud, emprendimiento, desarrollo y bienestar.
Poco o nada importa entonces tomarse la foto con un personaje abiertamente cuestionado por toda la parafernalia del derecho internacional que Duque y los suyos dicen admirar y defender. Departir como amigotes que celebran acuerdos comerciales binacionales es un motivo de celebración, de orgullo: Netanyahu, un criminal ya acusado por la Corte Penal Internacional de “utilizar el hambre como método de guerra y de dirigir intencionalmente un ataque contra la población civil, así como de crímenes de lesa humanidad, persecución y otros actos inhumanos, desde al menos el 8 de octubre de 2023 hasta por lo menos el 20 de mayo de 2024”.
En fin, ese es Iván Duque y ese es su liderazgo. La hipocresía es permanente. Para fortuna suya y desgracia del resto, no está solo.