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He aquí una imagen representativa del momento que vive Colombia bajo la presidencia de Gustavo Petro: entrevista en Belén de Bajirá, Chocó, con el director de RCN Noticias, el presidente del Grupo Éxito y una lideresa campesina. El tema, entre otros: sustitución de cultivos. Una vez más.
A muchos les parecerá que es poco y tarde. Lo primero no lo es si nos atenemos a la enemistad con el sector privado que se le suele achacar a Petro. Lo segundo tampoco, si de lo que se trata es de insistir en la importancia de un cambio de enfoque. Como se recordará, no hace mucho la solución seguía siendo la erradicación de la hoja de coca vía glifosato y demás estrategias para insistir en la fallida y mal llamada guerra contra las drogas.
Una guerra mejor entendida como guerra contra el campesinado y su entorno. Una guerra más pensada para validar la idea de unos cultivos denominados ilícitos por obra y gracia de acuerdos internacionales que pasan alegre e impunemente de la coca a la cocaína y en esas se llevan, por delante, la identidad de los que participan. A vuelo de avioneta cargada de glifosato y código penal, cualquier campesino es un narcotraficante.
Y como tal se les ha tratado. De ahí que tenga razón Petro en su reclamo frente a la situación legal de los cultivadores de hoja de coca que permanecen en la cárcel pese a la firma del acuerdo de Paz. En efecto, ¿hasta cuándo?
En el trasfondo de la entrevista se puede ver un helicóptero parqueado, que nos habla de la incapacidad para llegar a determinadas zonas del país y ejemplifica, sin quererlo, las dificultades de la infraestructura terrestre para la economía local. Volando llegan los encargados de llevar las soluciones a los igualmente mal apodados “territorios lejanos”. ¿Lejos de qué? ¿De Bogotá, Washington y Viena?
El éxito también pasa por cambiar las metáforas espaciales que retiran tanto como acercan.
