No hay que ser petrista para fastidiarse con la narrativa del miedo que pusieron de moda los uribistas y que con gusto han difundido buena parte de los progres colombianos, desde los verdes de Fajardo hasta los intelectuales liberales, muchos de abolengo y dinastía. Aquellos que llamaremos los ilustrados.
Lo que arrancó con que Petro era peligroso (el castrochavismo diseñado bajo las encíclicas de J.J. Rendón) ya va en que la gente le tiene miedo a Petro. Lo que era una práctica de juego sucio electoral, avalada por el Centro Democrático, se transformó en un nuevo dictamen de apariencia sociológica, encapsulado y formulado en tecnicismos.
Uno pregunta cuál es esa “gente” que le tiene miedo a Petro y la respuesta, en porcentajes, para que no se diga que estamos ante una posible manipulación, es que los índices de desfavorabilidad del candidato son altos. Además de fotografiar la realidad electoral en un determinado momento, las encuestas también ayudan a construirla.
¿Y las personas que quieren votar por Petro? Esa no es gente. En el mejor de los casos esa es gentuza. La tradicional chusma que los ilustrados deben reformar y educar. En el peor, como le sucedió a Tulia Mercedes Barreto Escobar, madre de Claudia Gurisatti, esa es gente confundida. O de seguro utilizada. Mal convencida. Forzada. Desubicada. Gente que no está en sus cabales. Gente sin derecho a la ciudadanía.
Un golpe muy bajo y rastrero el de la campaña de Petro: así explicaron algunos de nuestros más selectos ilustrados que una persona como la señora Barreto Escobar optara por hacer públicas sus preferencias políticas. Por mujer, por mamá con canas o por petrista (de seguro y la combinación de las tres), la señora Barreto Escobar fue infantilizada.
La gente de bien se impone, con todo y su machismo ilustrado, pero es a Petro al que le achacan la lucha de clases.
No hay que ser petrista para fastidiarse con la narrativa del miedo que pusieron de moda los uribistas y que con gusto han difundido buena parte de los progres colombianos, desde los verdes de Fajardo hasta los intelectuales liberales, muchos de abolengo y dinastía. Aquellos que llamaremos los ilustrados.
Lo que arrancó con que Petro era peligroso (el castrochavismo diseñado bajo las encíclicas de J.J. Rendón) ya va en que la gente le tiene miedo a Petro. Lo que era una práctica de juego sucio electoral, avalada por el Centro Democrático, se transformó en un nuevo dictamen de apariencia sociológica, encapsulado y formulado en tecnicismos.
Uno pregunta cuál es esa “gente” que le tiene miedo a Petro y la respuesta, en porcentajes, para que no se diga que estamos ante una posible manipulación, es que los índices de desfavorabilidad del candidato son altos. Además de fotografiar la realidad electoral en un determinado momento, las encuestas también ayudan a construirla.
¿Y las personas que quieren votar por Petro? Esa no es gente. En el mejor de los casos esa es gentuza. La tradicional chusma que los ilustrados deben reformar y educar. En el peor, como le sucedió a Tulia Mercedes Barreto Escobar, madre de Claudia Gurisatti, esa es gente confundida. O de seguro utilizada. Mal convencida. Forzada. Desubicada. Gente que no está en sus cabales. Gente sin derecho a la ciudadanía.
Un golpe muy bajo y rastrero el de la campaña de Petro: así explicaron algunos de nuestros más selectos ilustrados que una persona como la señora Barreto Escobar optara por hacer públicas sus preferencias políticas. Por mujer, por mamá con canas o por petrista (de seguro y la combinación de las tres), la señora Barreto Escobar fue infantilizada.
La gente de bien se impone, con todo y su machismo ilustrado, pero es a Petro al que le achacan la lucha de clases.