Y ahora arranca el culebrón “Mono Jojoy y su vida cibernética”.
El gobierno nacional nos invita, una vez más, a una película, que tardará meses, inspirada en una chabacana mezcla de seriado de terror con novela rosa de reyes y complots. Narran, indistintamente, el Presidente, algún ministro y uno que otro encargado del orden a nivel nacional, según el arbitrario momento escogido para irrumpir con un nuevo giro informativo, que con seguridad considerarán “estratégico”.
El género no es nuevo. Ya antes, junto con los computadores que le fueron retirados a Raul Reyes, los colombianos fuimos llevados a las salas de teatro virtual para asistir a las denuncias contra Venezuela y Ecuador por supuesta colaboración con las Farc. Ahora el turno es para el Mono Jojoy, con cuyo cadáver expuesto y hecho trizas arrancó la tragicomedia.
“Queda claro que la bomba que pusieron al lado de Caracol fueron las Farc” dijo el presidente Santos, tras hallar entre 8 mil megabytes de información, en tiempo récord, el correo electrónico que contiene, según se nos indica, la prueba reina. Queda claro que se relacionan con las organizaciones de alias “Comba” y el “Loco Barrera”, exclamó el ministro Rivera. Queda claro que las Farc tenían por propósito infiltrar el esquema de seguridad del ex presidente Uribe para envenenarlo, agregó el mismo Ministro. Queda claro, según dijo el general Naranjo, que estamos ante la información que llevará a la desarticulación definitiva de la organización. Y queda claro, nuevamente en la voz del presidente Santos, que los guerrilleros “son capaces de ejecutar a sus propios hermanos”.
En síntesis, queda claro que esta es simplemente la continuación de la otra película, la que relataba el ex presidente Uribe (y en la que no está claro quién era el editor). Queda claro, de paso, que no nos están contando nada nuevo. Queda claro, también, que la información clasificada nos seguirá siendo suministrada a cuenta gotas. Y queda claro, por último, que nos consideran el mismo público fácil y autómata de siempre.
Nota al respecto: sin ir muy lejos, uno puede encontrar en el último libro de Ingrid Betancourt, que no es precisamente una apología de la guerrilla, una descripción bastante más humana y menos maniquea que la que nos ofrece el Gobierno.