La purga

No conocemos los pormenores del informe entregado por el Ejército a la JEP. Se titula, eso sí, “Catarsis”. Como quien busca liberarse de algo, quizás, o purificarse, purgarse.

Para quienes quisiéramos saber sobre lo que está en juego, la síntesis publicada por la revista Semana es un buen punto de partida. Obviando la portada del hombre camuflado que nos apunta a la cara con un arma en otro tipo de catarsis, en el texto están los trazos gruesos de la versión militar.

Sin molestas preguntas de los periodistas o inoportunas contrastaciones. Es la revista que dirige Vicky Dávila, pero podría ser la página institucional del Ejército.

Además de explicaciones debatibles sobre el origen del paramilitarismo (ver la columna de Gustavo Gallón esta semana), en las que el Estado y sus doctrinas contrainsurgentes no son cuestionados, parecería que el informe pretende en buena parte que se sepan las victimizaciones de militares.

Algo que la JEP y la Comisión de la Verdad tendrán que priorizar por el bien de una memoria histórica incluyente y sin sesgos.

Secuestros y tomas guerrilleras serán tan reconocidos como las minas antipersona o los desplazamientos forzados de familiares de militares. Hasta acá es fácil estar de acuerdo con el Ejército. Incluso con Vicky.

Lo que suele venir después, sin embargo, es el uso estratégico de los réditos morales que otorga la condición de víctima. Las victimizaciones de algunos militares permiten que la institución, como un todo, salga fortalecida ante los nuevos paisajes morales del posconflicto.

En vez de héroes somos víctimas.

Pero cuando se trata de los falsos positivos la catarsis no es completa. Nos lo recordó el general Wilson Chawez Mahecha: “El hecho de que algunos integrantes de la institución hayan cometido conductas contrarias a la ley representa una responsabilidad netamente individual”.

Un soldado que pisó una mina le es útil a la institución como víctima. Como victimario, ya ni siquiera es un miembro del Ejército.