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La revolución del consumo

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Nicolás Rodríguez
12 de agosto de 2011 - 11:00 p. m.
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Hay ocasiones en las que el lenguaje de la política se torna confuso, difícil. Son momentos propicios para el análisis rectilíneo, de corte militar. Esa parece ser la situación en Inglaterra tras cuatro días seguidos de violento frenesí juvenil.

Como los hechos se originaron en la muerte de un joven negro baleado por la policía en Tottenham, inicialmente se habló de protestantes. De ahí se pasó a la idea de un gran motín, en esencia caótico. Los periódicos le apostaron al titular nostálgico, de reminiscencias punk: “Anarquía en el Reino Unido”.

Pero los hechos se intensificaron. El primer ministro, David Cameron, se vio forzado a interrumpir sus vacaciones de verano (no antes del tercer día). Conforme las acciones de violencia se repetían en diversos puntos de la geografía británica se dio inicio a los calificativos. Primero que los involucrados eran idiotas. Simples idiotas. Después que libertinos. También oportunistas. Pronto no eran sino hordas de saqueadores. Cameron habló de enfermos. Alguien dijo hooligans. Otro agregó que escoria. Uno más propuso la idea de matones. Y un extremo entre los extremos, que no faltan, pensó en terroristas. La justicia, al final, se decidió por criminales.

Hoy son más de 1000 los detenidos e innumerables las imágenes que llevaron a que se le extendiera a la policía carta blanca para sacar todos los juguetes. Desde bolas de goma hasta gruesos chorros de agua fría. Se discutió, incluso, una posible restricción de las redes sociales. Y tan pronto llegó de su bronceo el propio Cameron amenazó con sacar el ejército, bien entrenado en Irak y Afganistán.

 

Ahora vendrán los diversos porqués de los expertos. Que el multiculturalismo, que el racismo, que el desempleo, que el desmonte del Estado de Bienestar, que las drogas y el narcotráfico. Ya hasta se discutió sobre familias sin figuras paternas adecuadas. El debate apenas arranca. Pero se sabe que niños de 11 y 12 años están entre los retenidos. Es más, según Scotland Yard la mitad de los procesados en Londres son menores de 18 años. El diario The Guardian agrega que el 80% de los que hasta el momento han visitado el tribunal son menores de 25 años.    

“Peleen por una maldita causa y no por un condenado televisor”, les gritó una mujer negra a los encapuchados, en el empobrecido municipio de Hackney. Y no sin razón. De nuevo: está en los videos. Buena parte de la energía revolucionaria, del alevoso enfrentamiento con una policía que para y registra más negros que blancos, se fue en robar ropa deportiva, electrodomésticos, ipods y teléfonos móviles. Una revolución, pues, que muere en el consumo. Una sublevación que se estrella contra una pantalla plana de 60 pulgadas, sí, pero que más allá del lenguaje incorrecto e intolerable de la criminalidad algo les dirá a los interesados en la gramática del poder.

Finalmente, no todos los días saquean e incendian las instalaciones de Sony.

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