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Fueron muchas las expresiones acuñadas por José Obdulio Gaviria que nadie olvidará. Unas por irresponsables, otras por mentirosas. Las más, también, por venir edulcoradas en grisáceo lenguaje de culebrero de la teoría política. Y al final, justo es decirlo, por el simple hecho de venir de donde venían.
En una salida de aquellas, que todos recordarán, antes que hablar de desplazados el también columnista le apostó al concepto de turistas internos. Un cinismo y una provocación, como tantas otras, pero en el fondo una estrategia: pasar del desplazamiento forzado a la migración; quitarle, pues, sus connotaciones políticas al fenómeno del desplazamiento. Después de todo, podría uno hasta agregar en su defensa, el propio presidente Uribe repitió miles de veces que en Colombia no había un conflicto.
Pues bien, uno de los informes divulgados en la Semana por la Memoria trae todo lo necesario para que estas posturas, que aunque caraduras siempre quedan impunes, no se vuelvan a repetir. “San Carlos: Memorias del éxodo en la guerra” reconstruye lo sucedido en el municipio del oriente antioqueño con las personas que, en alguna de las etapas de la guerra (e incluso antes), se vieron obligadas a huir de sus tierras.
En este valioso texto, los josé obdulios del mañana encontrarán una tipología del desplazamiento (negociado, individual y familiar, preventivo y silencioso, masivo) y una propuesta de periodización (que va de 1965 a 2009) con las que se pueden iniciar, desde ya, debates con argumentos menos falaces.
Según lo explican los relatores del informe, más del 70% de la población abandonó San Carlos entre 1985 y 2010. En materia de violencias, las hubo prácticamente todas: desde la que ejerció sobre el pueblo y su gente la arbitraria decisión de construir 3 centrales hidroeléctricas sin consulta previa (o vende o se ahoga), hasta la ejercida contra los movimientos cívicos de los años ochenta, la del ELN (que llega a apropiarse de estos últimos), la de los frentes 9 y 47 de las Farc y al final, con lo que se da inicio al éxodo total, la del paramilitarismo (y la connivencia con las autoridades estatales).
Y en la mitad, para una mirada más compleja del desplazamiento, para una perspectiva en la que se lo asume como proceso, antes que como evento, una diversa lista de memorias que confirman que pese a la violencia, hubo resistencia, entendida ya no como más violencia sino como el repertorio de actividades diseñadas para oponerse, esconderse, dilatar, esquivar, volver, retornar y, por qué no, migrar, ahí sí, en un sentido cargado de política.
