Contrario a lo que se piensa, el delito de la desaparición forzada no se agota en el acto violento. Su encubrimiento, lo que viene después, es tan importante como la desaparición misma.
Hacia allá nos lleva lo presentado por la Comisión de la Verdad para el caso concreto de los detenidos del Palacio de Justicia, bajo el título “Las huellas de la desaparición”.
Con la colaboración del colectivo Forensic Architecture y su inspirador uso de los cientos de testimonios disponibles, debidamente triangulados con fuentes visuales (49 horas de video, maquetas y muchas fotografías), no solo nos es posible visualizar los lugares en que fueron torturados (la Casa del Florero y las instalaciones militares del Cantón Norte) quienes salieron con vida los días de la toma y la retoma del Palacio de Justicia, en 1985.
Ahora también tenemos un vocabulario para entender las razones por las que el delito permanece en buena parte en la impunidad. El concepto clave que propone la Comisión de la Verdad es el de las cajas negras. Una forma de nombrar “la imposibilidad de acceso a la información” de los sitios de tortura y los archivos del acontecimiento.
Tras la desaparición existiría una “logística” y una “infraestructura de la desaparición forzada”, que se compone de varias cajas negras cuyo buen funcionamiento asegura la supresión de la evidencia.
Estamos ante un “sistema de operaciones”, una red material, burocrática e institucional de edificios, calles, vehículos, archivos ocultados, lugares de inhumación de los cuerpos e instituciones encargadas de rechazar o impedir las investigaciones. Y todo, con la participación de funcionarios, judiciales, forenses y encargados de la ciencia criminalística, además de miembros de las Fuerzas Militares.
Vale la pena socializar los videos que acompañan los textos explicativos. Son pedagógicos e impactantes. El concepto mismo de las cajas negras podría ser replicado en otros casos de desaparición forzada que permanecen tan oscuros como impenetrables.
