Muy conciliador se le vio al periódico El País de España, que tituló con la expresión "Gesto sin precedentes" el editorial en el que se reseñan las disculpas que presentó personalmente, el rey Juan Carlos, recién salido del hospital, tras su estrepitosa caída en un safari.
“Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir” fue la frase que motivó el otro gesto, esta vez de agradecimiento, de parte del editorialista. Y aunque el texto, en tiempos de crisis, es un intento responsable, y casi que paciente, por sopesar la embarrada monárquica sin caer en la diatriba o los pedidos de brillado de la guillotina, llama la atención que ni el rey aclara por qué es que se está disculpando, ni el periodista le pide que explique qué es exactamente lo que no volverá a pasar.
Al fin y al cabo es un rey, y los reyes no se disculpan. Cuando lo hacen, son pues “gestos sin precedentes”. Con todo, vale la pena insistir: ¿Se disculpó acaso el monarca por andar correteando elefantes en tiempos de desempleo y recesión? ¿Es la crisis económica la que ha llevado a que los 37.000 euros del safari en Botswana sean considerados un lujo innecesario? ¿O se disculpó, mejor, por su simpatía con la caza de elefantes? ¿Es entonces el mal gusto lo que está en juego?
No se sabe. Tal vez Juan Carlos salió a poner la cara por desportillarse la cadera deambulando por ahí, sin la majestuosidad del Don, en calzoncillos Reales (de pronto lavándose los dientes en el campamento), y no en plena acción, como corresponde a un experimentado cazador de su estirpe. Es más, quizá simplemente estemos celebrando que en la próxima visita a África sí habrá marfil para la Corona.
En fin. A los defensores de los animales, igual, decirles que algo hemos avanzado, que no todo está perdido. Hace muchos años, si a eso vamos, se correteaban humanos. Y con excelente puntería.