En vez de sacar provecho político-mediático de la difamación y el ataque personal sin pruebas, personajes como el exministro de Defensa Juan Carlos Pinzón deberían guardar silencio. Y, si no es mucho pedir, escuchar.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Los integrantes de la Comisión de la Verdad, que Pinzón impunemente acusó básicamente de aliados de las guerrillas, no han parado de recoger las voces diversas de actores armados. Incluidas las de los militares.
Ensimismado, Pinzón usó la palabra “nexos” para enlodar a los comisionados, pero después corrigió con que eran nexos “ideológicos”. Como si la acusación fuese inferior. El padre Francisco de Roux, que capitanea el barco con calma, no tardó en darle a entender que si no era capaz de retractarse, lo mejor era que dejara así.
El tema de la victimización de las Fuerzas Armadas no es propiamente fácil, como quedó bastante claro en el simposio en línea que la propia Comisión de la Verdad transmitió el jueves. Las otras víctimas: ese fue el título.
Además del secuestro de militares, que ya por fin se reconoce como una causal seria de victimización, con su trato degradante y niveles indecibles de tortura por parte de las guerrillas, están las minas antipersona y los trastornos emocionales.
Y la lista sigue. Las familias de los militares, perseguidas y desplazadas en los peores momentos de la guerra, también son víctimas. En números altísimos.
La Comisión de la Verdad, la supuesta aliada del “terrorismo”, es un parlante sin filtro. Un amplificador. Si no es que es un traductor de los dolores varios e históricos que se camuflan en las filas del Ejército. Que hablen los rangos bajos, en vez de sus representantes.
Los mal llamados héroes, en su mayoría soldados, muchas veces no son reconocidos como víctimas por sus propios supervisores. Para eso está la Comisión, para hacernos ver esas otras realidades. El único nexo que tiene la Comisión es con la Verdad.