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Las sillas del secuestro

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Nicolás Rodríguez
17 de mayo de 2013 - 11:00 p. m.
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Por allá en los sesentas, cuando el secuestro tomaba fuerza en algunas regiones rurales del país, reacciones particularmente histriónicas no tardaron en pedir la pena de muerte.

Desde la Revista Nacional de Agricultura, voz y voto de más de un terrateniente impresionado con la posibilidad de una reforma agraria, ese fue el manejo editorial que se le dio al tema.

La Revista en cuestión, con sus vacas y alambres de púas decorando las portadas, no estaba sola. Se lee por ejemplo lo siguiente en un editorial del periódico El Siglo, titulado “Sobre la pena de muerte” (y reproducido por la revista en letras pastel): “Ahora se vuelve a pedir con insistencia la pena de muerte, indicándose expresamente a los secuestradores como merecedores de ella, como candidatos seguros al fusilamiento o a la horca, los métodos menos costosos de ajusticiar a los reos y por tanto los más aconsejables en un país que vive en déficit fiscal y no podría darse el lujo de importar una silla eléctrica”.

Como se sabe, el lujo que sí continuó fue el del secuestro, con el tiempo convertido en una práctica extorsiva y de amedrentamiento lo suficientemente común entre guerrillas y narcos como para engendrar su propia reacción. Del narcotráfico hacia el atrevimientos de las guerrillas, que de seguro no calcularon la posibilidad misma de una bestia como la del MAS (Muerte a Secuestradores). Pero también de quienes encontraron en la fórmula de las armas para los civiles el sustituto de la añorada silla eléctrica.

Mucho paramilitarismo después, henos de nuevo discutiendo la paz, al tiempo que las víctimas del secuestro son marginadas de las mesas y sillas de la negociación. Las reconoce el encargado de sembrar vallas, es cierto, pero por motivos familiarmente electorales.

Ahora mismo, entonces, son una pequeña piedra en el zapato. Algo con lo que se puede avanzar. Pronto, sin embargo, serán una vaca muerta en el camino. Y nadie dice que sin razón. Es más: no se trata de mayor justicia o menor impunidad. Comparado con lo mal librada que va la verdad en lo que aparentemente se está negociando, lo de la cárcel es lo de menos. Hacer verdad en el tema de las Farc implica, entre otras muchas cosas, que se conozcan los nombres y motivos de los que avalaron el secuestro en las filas de la izquierda radical.

nicolasidarraga@gmail.com

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